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MPA MISIONES: El Movimiento Agrario Misionero en los años setenta. Protesta, movilización y alternativas de desarrollo rural

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El Movimiento Agrario Misionero en los años setenta. Protesta, movilización y alternativas de desarrollo rural

por Galafassi, Guido

Introducción
En la provincia de Misiones, así como en el resto de las provincias del nordeste argentino, asistimos en la primera mitad de los años setenta a la aparición de un movimiento agrario de pequeños y medianos productores que comenzaron a movilizarse en defensa de lo que ellos consideraban sus derechos, en el contexto de un capitalismo argentino en transformación hacia lo que luego se identificó como «política de apertura económica», que implicaba, entre otras cosas, una profundización de la crisis en las economías regionales que recaía sobre la clase obrera pero también sobre los estratos más bajos de la burguesía agraria e industrial. El Movimiento Agrario Misionero, tal el nombre del movimiento principal que emerge en 1971, se constituye en el referente provincial de lo que fueron las Ligas Agrarias del Nordeste[1], que constituyeron, sin lugar a dudas, la máxima expresión de la lucha social en el ámbito rural en esa década en la cual parecía estar muy cerca el camino definitivo hacia la revolución social. Además de las diferencias y particularidades estructurales de la economía misionera en relación con las otras provincias del nordeste, el MAM constituyó el único movimiento agrario regional que aún hoy persiste como tal, siendo además por aquellos años el único integrante de las Ligas Agrarias que tuviera a su vez desprendimientos que dieran lugar a la creación de otros movimientos agrarios dentro del ámbito de una misma provincia.
El contexto socio-económico en Misiones
Al adquirir Misiones su autonomía hacia 1881, pues dependía económica y administrativamente de Corrientes, comienza un proceso de distribución de la tierra (que estaba fundamentalmente en manos del Estado desde la expulsión de los jesuitas) que genera una reactivación de los obrajes y los yerbales naturales. Hasta 1920 se da un proceso de fuerte expansión agrícola llegando a más del 20% de la superficie total de la provincia. La ley de colonización de 1882 por la cual los lotes serían de entre 25 y 400 hectáreas, complementada con la ley Avellaneda de inmigración y colonización irán conformando la estructura socioeconómica y poblacional que caracterizará a la provincia hasta la actualidad. En 1897 se lleva a cabo la primera experiencia con inmigrantes polacos (colonias de Azara y Tres Capones) y en 1919 se inicia la colonización privada con inmigrantes alemanes que creará la colonia de El Dorado. Esta inmigración que se asienta en general en pequeñas y medianas extensiones se sitúa en general en el centro-sur del territorio provincial, quedando el norte mucho más despoblado y con la presencia mayoritaria de grandes extensiones. Hasta mediados del siglo xx, el aumento de la superficie cultivada y de la frontera agrícola continúa un proceso acelerado, creciendo casi en 6,5 veces la tierra dedicada a la agricultura, sobre todo a los cultivos industriales que definirán el perfil productivo de la provincia a lo largo de todo el siglo (de 67% de la superficie cultivada en 1947 con cultivos industriales, se pasa a un 80% en 1960) (CFI, 1972). La población crece también exponencialmente, promovida por la alta demanda de mano de obra de estos cultivos. Pero este crecimiento productivo y poblacional se estanca hacia mediados de los años cincuenta cuando, sin dudas, la capacidad productiva de la provincia llega a su techo en relación a la demanda de sus productos.
Podemos hablar de dos tipos de agricultores básicos para Misiones. Mientras que a lo largo de la ruta 12, que bordea el río Paraná, se encontraba predominantemente un tipo de colono que podríamos homologar a un «campesino medio» o «mediano productor» (en términos relativos al tamaño y características de la producción de la provincia), con explotaciones de 50 hectáreas promedio; a lo largo de la ruta 14, que cruza Misiones por el centro, nos encontramos fundamentalmente con «campesinos pobres» o «pequeños productores cercanos a la subsistencia», ocupantes en general de tierras fiscales, con un promedio de explotación de alrededor de las 25 hectáreas y una alta proporción de semiproletariado rural.
La tenencia de la tierra marcaba una tendencia que se repetía a lo largo de casi todo el territorio argentino a partir de una alta concentración de la superficie en grandes propiedades. El 15% de la superficie cultivada se correspondía con el 62,8% de las explotaciones entre 0 y 25 hectáreas; otro 12,9% de la superficie estaba ocupada por un sector intermedio entre 25 y 50 hectáreas que se correspondía con el 21,5% de las chacras y por último un extremo latifundista con explotaciones de más de 600 hectáreas que ocupaba el 52,2% de la superficie con solo un 0,7% de las explotaciones[2]. El grupo más fuerte de terratenientes lo constituían los empresarios forestales, llegando a tener por ejemplo hasta 60.000 hectáreas[3]. Esta distribución de la tierra marca una condición estructural de conflicto en la provincia en relación con la tenencia pero que, sin embargo, y a diferencia de otras provincias del nordeste (Formosa y Corrientes) donde se organizaran movimientos agrarios, no representa en los hechos el principal foco de las protestas y la movilización. Es que para esos años, todavía quedaba el efecto de la política sustitutiva de importaciones que había hecho crecer el mercado interno para el cual producían fundamentalmente todos los pequeños y medianos productores de la provincia.
La yerba mate, el té y el tung, además de secundariamente el tabaco y los cítricos, representaban los principales cultivos de la provincia y aquellos que los pequeños y medianos productores entregaban para el mercado interno. La yerba mate se concentraba en los departamentos de Oberá, San Ignacio, Apóstoles, Leandro Alem y El Dorado (centro-sur y a lo largo tanto de la ruta 12 como la 14), con un 65% de la superficie cosechada con este producto en toda la provincia. Oberá y Coinguás a su vez, poseían más del 68% de la producción de té (Ferrara, 1973: 321). En estos ámbitos es donde nace el Movimiento Agrario de Misiones, lanzando reivindicaciones todas referidas a las características de la producción pero sobre todo de la comercialización de estos productos (precio, pago de remuneraciones atrasadas, competencia por importación, promoción de la exportación).
Constitución y accionar de los movimientos agrarios en Misiones
La estructura agraria misionera con pequeños y medianos productores que se vieron arrastrados desde los años cuarenta a un proceso de diversificación forzosa (tung, tabaco, té y forestales) a raíz de la caída histórica de los precios de la yerba mate constituye uno de los primeros rasgos que particularizan el proceso de movilización en la provincia de Misiones. Las pequeñas explotaciones con trabajo familiar y asalariado temporario y las medianas con asalariados permanentes coexistían con una burguesía agroindustrial de plantadores que incorporaron procesos primarios de industrialización a través de secaderos, etcétera, consolidándose en los últimos años de la década del sesenta una burguesía agroindustrial de capitales regionales y con capitales mixtos ligados a intereses extrarregionales. Es decir que junto a productores de reducido tamaño imposibilitados de un efectivo proceso de acumulación, existía un estrato de empresas que no solo actuaban en el proceso de comercialización (como en el caso del algodón) sino que también participaban de la fase de producción a partir de sus propias plantaciones. Esta clase empresarial, que en un principio se alía con los pequeños y medianos productores en el reclamo por las condiciones productivas, rápidamente se aleja al quedar formalmente conformado el MAM, para pasar a constituir luego uno de los sujetos hacia los cuales iban dirigidos los reclamos.
Esta estructura agraria con pequeños y medianos productores que venían padeciendo diversas dificultades para la colocación en el mercado de su producción a raíz de la caída histórica de los precios de la yerba mate y de las trabas en su comercialización, constituye uno de los rasgos destacados que particularizan el proceso de movilización en la provincia de Misiones. El cultivo de la yerba mate estaba regulado por organismos oficiales y regido además por un sistema de cupos de producción que definían tanto el precio de las cosechas como la forma de pago. La disminución en el consumo per cápita,[4] así como una amenaza de superproducción, agudizó la situación hacia fines de la década del sesenta. El sistema de cupos y de precios fijado por la Comisión Reguladora de la Yerba Mate creaba serios problemas financieros al productor tanto por reducción potencial en sus ingresos, dado que solo recibía un porcentaje del precio fijado (casi sin variantes desde hacía 20 años) contra entrega de la mercadería, como por lo prolongado del ciclo de reposición del capital al cobrar el saldo restante con una demora importante, pudiendo llegar hasta los dos años, situación que se agravaba dado el particular contexto inflacionario de aquellos años (Bartolomé, 1982).
A su vez, el Movimiento Rural, desde mediados de los años sesenta, venía desarrollando un trabajo relativamente similar al resto de las provincias del nordeste en donde habían terminado emergiendo las diferentes variantes de las Ligas Agrarias. Así, fueron logrando un proceso de reunión de las masas de pequeños y medianos agricultores, ayudando a promover la reflexión y discusión sobre su realidad y asentando, de esta manera, los primeros núcleos organizativos. En relación al movimiento cooperativo, existían también particularidades en la provincia de Misiones. A diferencia del Chaco, en donde la UCAL (Unión de Cooperativas Algodoneras) tuvo un papel primordial en la organización del movimiento de las Ligas Chaqueñas -fundamentalmente a partir de su sector juvenil­-, en Misiones, mucho más que una unión de cooperativas se verificaba una Federación de Cooperativas que solo permitía coordinar algunas acciones y funcionar más efectivamente como corporación. Es que las cooperativas en Misiones son creadas fundamentalmente para fortalecer una oferta atomizada frente a una demanda creciente de décadas anteriores, desarrollando en una segunda etapa procesos agroindustriales, lo cual las coloca en un relativo rango de poderío económico favoreciendo así la emergencia de un sector de «funcionarios de cooperativas», que a la vez eran productores de explotaciones medianas (que usan necesariamente mano de obra permanente), generando las condiciones para crear un peculiar estrato de clase (Roze, 1992). Por lo tanto, esto llevó al «anquilosamiento» de una capa burocrática que terminaba defendiendo intereses propios sin consultar al conjunto.
La particular estructura agraria y la constitución de la trama de los diferentes sujetos del agro misionero se encadenaban a un proceso de fijación de precios regulado por el Estado a través de diversos mecanismos de negociación entre los distintos sectores de la producción, en donde los subsidios directos o indirectos ocupaban un renglón importante en la matriz de la producción agraria. La tendencia a la concentración de la propiedad y la producción obligaba al pequeño y mediano productor a resistir a través de un proceso de diversificación de su producción entre la yerba mate, el tung y el té, agregándose también tabaco y citrus en los últimos años. Esto hacía que se viera enfrentado a sucesivas coyunturas a lo largo del año, según cada uno de sus cultivos entraba en la etapa de fijación de precios.
Todo este marco de situación va configurando una crisis que afectará diferencialmente a los distintos sectores del agro misionero a través de un proceso de empobrecimiento de las capas más desprotegidas, pero que, a diferencia de otras provincias del nordeste, no se materializa a través de una expulsión de amplios sectores de pequeños productores ni de su proletarización masiva. La estrategia de la diversificación antes mencionada y el aumento del rendimiento por hectárea son las respuestas que intentan dar los estratos inferiores de los productores agrarios misioneros. Así, la emergencia de movimientos agrarios en esta provincia obedece fundamentalmente a un «intento de poner fin a una caída en los precios de la producción agraria que afectaba a todos los cultivos y a una serie de problemas laterales, como pago de yerba de años atrasados, falta de créditos, altos precios de los insumos, etcétera.» (Roze, 1992:65). Estos problemas mayoritariamente venían de un arrastre de varios años, teniendo como consecuencia el mencionado empobrecimiento de las pequeñas y medianas explotaciones familiares, o, cuanto más, el mantenimiento de las tasas de capitalización y rentabilidad de años anteriores.
En un memorial que el MAM envía al gobernador queda claramente planteada esta situación de crisis:
El campo de Misiones, y por consiguiente toda su economía, se encuentra al borde de la quiebra. Desde varios años los precios de nuestros productos dejaron de ser remunerativos. Hoy, cuando todo ha aumentado en proporciones exuberantes, los precios de casi la totalidad de nuestros productos han disminuido considerablemente y ya no compensan los mínimos gastos. La crisis financiera que resulta de lo dicho anteriormente se ve agravada por los impuestos de toda clase, la obligatoriedad del seguro contra terceros, de los altos intereses, de la escasez de los créditos. [5]
Es en este contexto que a principios de 1971 se organiza un Comité Pro Defensa del Agro en Misiones, que reunió a una variada gama de sectores e intereses (Federación de Cooperativas de Misiones, Asociación Rural Yerbatera Argentina -ARYA-, Centro Agrario Yerbatero Argentino -CAYA- y los activistas del Movimiento Rural y sus cuadros agrarios). La diversidad de sectores sociales y fracciones de clase, con objetivos e intereses diferentes, dificulta la proyección en el tiempo de este Comité. Por lo tanto, si bien concuerdan en algunas reivindicaciones mínimas, se dificulta el acuerdo en tanto algunas tendencias propongan profundizar el programa de reivindicaciones, afectando así a los sectores burgueses del frente. A fines de mayo se intenta realizar una movilización provincial de agricultores, pero las organizaciones ligadas a los sectores y fracciones de clase de la burguesía agraria (ARYA y CAYA), junto a la Federación de Cooperativas -denunciada como burocrática- impiden la coordinación imposibilitando así cualquier movilización popular (Ferrara, 1973: 319).
Finalmente y basándose en una mayor homogeneidad de intereses se crea el Movimiento Agrario Misionero el 28 de agosto de ese año, a partir de una asamblea reunida en Oberá en la que participan 95 delegados en representación de 65 colonias. Se aprueban estatutos y se elige una Comisión Coordinadora Central. Los fundamentos y fines formalmente esbozados en el estatuto por las cuales se crea el MAM son los siguientes:
(Debido) – a una situación económico-social de injusticia que afecta a todas las familias agrarias, en especial a las de los pequeños y medianos productores;
– la falta de una organización de base que les permita constituir por medio de la unidad un factor de influencia ante los sectores de decisión para conseguir soluciones de fondo a sus problemas;
– al gran éxodo de la juventud agraria de Misiones» (art. 3);
Así, se propone
constituir el MAM como instrumento de defensa, servicio y control de los intereses económicos y sociales de los agricultores» (art. 4) a través de los siguientes medios: toma de conciencia de la realidad, capacitación, propiciar una renovación y un sano desarrollo del cooperativismo, crear organismos de servicios sociales para los socios (art. 5)
De esta asamblea surge también un primer petitorio en donde se intentaba ya conjugar las reivindicaciones de los distintos tipos de colonos: fijación de precios con reajuste para la yerba mate, pago de las remuneraciones atrasadas por parte del mercado consignatario de yerba mate, prohibición de la importación de productos cultivados en el país, facilidades para exportar tung y té, otorgamiento de tierras a los campesinos pobres, todo esto dentro de un contexto de reclamos a través de los cuales se posicionaban antagónicamente frente a las estructuras monopólicas en la comercialización, industrialización, exportación e importación de yerba mate y té y, en segundo término, frente a la posesión latifundista de la tierra.
La organización y funcionamiento de las Ligas se estructuraba desde abajo, al igual que el resto de las organizaciones agrarias del nordeste. Las colonias se eslabonaban a través de los núcleos de base, las comisiones de dichos núcleos y los delegados reunidos en asambleas como la máxima autoridad del MAM (equivalente a los congresos de las otras ligas provinciales). La Comisión Coordinadora Central pasaba a ser el órgano ejecutivo encargado de la implementación de las resoluciones adoptadas por las asambleas de delegados.
Los estatutos establecían que cada núcleo de base elegirá un delegado para la asamblea general por cada 100 socios, y además la autoridad máxima del núcleo será la asamblea de colonia. Delegados podían ser todos los agricultores de ambos sexos, siempre que no sean a la vez «acopiadores, secadores o industriales». La asamblea general se reuniría «ordinariamente una vez al año y extraordinariamente cuando las circunstancias lo exijan, por convocatoria de la Comisión Coordinadora Central o por pedido del 20% de los núcleos de base». La Comisión Coordinadora Central estaría formada por 7 miembros elegidos por la asamblea ordinaria, siendo sus atribuciones principales «la realización de todas la tareas y la dirección de la marcha del movimiento siguiendo los lineamientos aprobados por la asamblea».
El 8 de septiembre se realiza la primera manifestación del MAM en la ciudad de Oberá (sede del movimiento), tal como había sido decidido en la asamblea de fundación al establecer a ése como el «día del agricultor». Participaron más de 4.000 colonos y se lo caracterizó como «un día de protesta de un pueblo que sufre». Participaron además dirigentes de algunas cooperativas, el obispo de Posadas (al igual que en los inicios de las Ligas Chaqueñas) monseñor Kemerer y el ministro de Asuntos Agrarios de la provincia, ingeniero Mauricio Alemann. El ministro da la bienvenida al movimiento en tanto ocupa un lugar que estaba vacío creando una agremiación auténtica que luche por los intereses del campo misionero y anuncia un acuerdo con los industriales en relación a una suba en el precio del té verde que llegaría a los $25, lo que si bien representa una mejora respecto de la suma abonada el año anterior, lejos estaba de los $50 reclamados por los agricultores. Ante estas precarias promesas, el MAM responde con una nota elevada al gobernador, en donde manifiestan rotundamente que
el campo de Misiones y toda su economía se encuentran al borde de la quiebra», que las causas de la crisis se deben a «la falta total de una política agraria de mediano y largo plazo; la industrialización fuera de la provincia (…) por empresas monopólicas que poco a poco fueron transformándose en factores de poder antagónicos a los intereses de la provincia; las importaciones que aumentaron el desequilibrio del mercado interno; (…) la tenencia de la tierra (en donde) por un lado encontramos minifundios que nunca podrán llegar a ser unidades económicas, cuando por otro lado encontramos grandes extensiones no explotadas.
Por todo esto exigen que se fijen precios mínimos para el té verde, almidón, tung y demás cultivos
que se declare zona de emergencia a la provincia de Misiones; que se prohíba toda importación de aquellos productos, siempre y cuando la producción nacional alcance a satisfacer la demanda interna; que se cancelen las retenciones a las exportaciones de té y tung, que se entreguen títulos a los ocupantes de la tierras fiscales; que se ponga en marcha un amplio plan de colonización entregando tierras a los que no tienen; que se haga una planificación de la producción; y que se entreguen créditos a largo y corto plazo.[6]
Este movimiento rápidamente logra posicionarse -pasando rápidamente de 65 a 80 núcleos de base- en la compleja y dinámica relación de fuerzas y sectores del agro misionero (legitimándose como representante de ciertos intereses) a través del llamado periódico a la movilización y a la lucha en las calles. Tal es así que puede decirse que el MAM recibe su «bautismo de fuego» haciendo efectivo su ingreso a la política en el momento en que el gobierno provincial decide reprimir una de sus manifestaciones, la que tuvo lugar el 20 de octubre en oportunidad de concretar una marcha hacia Posadas que solo llegó hasta Candelaria debido a la fuerte represión desplegada por una fuerza combinada de policía, gendarmería y ejército. El acto se termina realizando allí mismo, luego de un acuerdo con el gobierno, y las intervenciones fustigan fuertemente al poder político y al económico. Oreste Peczak, de la Comisión Coordinadora Central, manifestó: «No hay soluciones a la vista porque el gobierno tiene partes ligadas a los grandes monopolios y no parece dispuesto a cortar con ellos». Antonio Hartman, secretario general del MAM, por su parte explicó:
No nos engañemos hermanos, el origen de nuestros males no está en el salario elevado de los obreros que son nuestros compañeros de infortunio… el verdadero mal está en los monopolios nacionales e internacionales, que tienen el dominio de la economía en función de sus propios intereses. Sistema económico que en ningún momento contempla al hombre, sino el tener más a costa de la miseria nuestra (Ferrara, 1973: 324).
La relativa originalidad en relación al formato de la protesta también caracterizó al MAM. Cuando en enero de 1972 la crisis del té llega a un punto de máxima tensión dada la abrupta baja del precio que los acopiadores pagan a los productores, lo cual genera obviamente una fuerte crisis en este estrato dada la dificultad de siquiera cubrir los costos, el MAM declara un huelga que alcanza a todos los productores tealeros de la provincia. Esta consistía en la no entrega del producto a los secaderos. Pero también esta acción de protesta se complementa con la decisión de impedir que las grandes explotaciones, pertenecientes en su mayoría a los grandes industriales, puedan también cosechar su producción. Para esto, y en relación a lo mencionado más arriba por el secretario general del movimiento, se realiza un acuerdo con los trabajadores rurales. Estos, para no perder sus jornales, no dejaron de cosechar el té de las grandes explotaciones pero, sin embargo, informaban rápidamente al MAM el momento de carga del producto, así los agricultores podían inmediatamente impedir el transporte de lo cosechado a través de piquetes en las rutas y caminos, que llegaron incluso al vuelco de toda la carga en el caso que los transportistas se negaran a regresar. Reciben la solidaridad de las cooperativas, quienes no solo acceden a pagar los $50 reclamados por kilo de té verde, sino que además se pliegan a la huelga. Finalmente, el 31 de enero el gobierno decide aceptar las condiciones del MAM, por lo que el movimiento comunica que «ha logrado un nuevo triunfo gracias a la acción decidida y valiente de todos sus socios y simpatizantes»[7]
Dada la relativa diversificación de la producción agraria de Misiones, el MAM también luchará por las condiciones de producción y comercialización de los otros productos provinciales. El tabaco y el tung también ofrecerán motivos para que se iniciaran acciones de protesta. En los primeros meses de 1972 reclaman por un aumento en los precios en estos dos productos, logrando un triunfo en ambos casos. Para el tung logran un aumento de precios y créditos para levantar las cosechas y para el tabaco un aumento del 107% en el precio y el pago en noventa días. Este último hecho benefició sobre todo a los agricultores más pobres, quienes eran los mayoritariamente dedicados al cultivo del tabaco, participando con un alto caudal en las protestas.
Luego de estas últimas luchas, se decide en una nueva Asamblea Ordinaria realizada el 29 de abril de 1972, sistematizar los reclamos sobre los diversos productos, exigir tierras para los agricultores no propietarios, designar a ocho miembros de la dirección con el carácter de permanentes (pagos), editar el periódico del movimiento y gestionar un espacio en la Radio Oberá (Ferrara, 1973:329).
El primer número del periódico aparecerá en junio de 1972. Amanecer Agrario saldrá primero quincenalmente con una tirada de 8.000 ejemplares para pasar luego a una edición mensual. Además de las noticias sobre las actuaciones del MAM y los hechos provinciales con especial relación a la temática agraria y documentos y declaraciones del movimiento, aparecerán en el periódico notas de fondo con una orientación política clara, «antimonopólica» y por la «liberación nacional y social». Una página permanente estará dedicada a reflejar la problemática de la mujer campesina. Una diferencia con el resto de las publicaciones de las otras ligas del nordeste es la profusa inclusión de publicidades de empresas pequeñas y comercios de la zona de Oberá. Esto refleja un hecho relativamente común en los años setenta en relación con el amplio apoyo que reciben las luchas de las diferentes fracciones de las clases populares por parte de las clases medias urbanas. Vale mencionar aquí que por parte del MAM se dio, a diferencia de las otras ligas provinciales, un intento de acción conjunta con los trabajadores agrarios. Según Ferrara, en Misiones existían no menos de 40.000 familias que vivían del trabajo asalariado y alrededor de otras 40.000 de «campesinos pobres» (con explotaciones inferiores a las 25 hectáreas) que alternadamente ofrecían su mano de obra como fuerza de trabajo asalariada. Es por esto que desde temprano se generaron condiciones para la conformación de organizaciones de trabajadores rurales y que en los años setenta alcanzan su máximo nivel de combatividad, al compás del contexto nacional. Efectivamente, la Federación Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (FATRE), delegación Misiones, realizó acciones de apoyo a diversas movilizaciones realizadas por el MAM, identificándose con la defensa de los intereses de pequeños y medianos productores. Específicamente, el 13 de enero de 1972, el MAM y FATRE anuncian su mutua solidaridad con los productores y trabajadores rurales. El MAM incluso declara en cierta oportunidad que los productores que asocia «se comprometen a cumplir con todas la leyes sociales observando en todos los casos una política de justa retribución a sus obreros» (Lockett, 1975). Durante el año 1972, de gran intensidad en movilizaciones agrarias, se verifican frecuentes comunicados de prensa en los que una y otra asociación dan cuenta de su solidaridad con las acciones reivindicativas de la otra. Un reflejo de esto es la adhesión de FATRE, Oberá, aparecida en Amanecer Agrario (año 1, Nº 8, segunda quincena de octubre, pág. 2). De esta declaración, es interesante destacar una acotación que agrega el MAM referida a la relación patrón-trabajador. Efectivamente, el comunicado dice: «Tenemos que destacar que, mientras el MAM lucha por los $75 por kilo de té, para poder pagar un precio justo a los obreros rurales, los industriales pretenden pagarles a los dos la mitad de lo que piden». El subrayado mío respecto al «precio justo a pagar a los obreros» manifiesta claramente que el MAM, mucho más que trabajar por un cambio social en pos de la abolición de las clases sociales, pensaba, en consonancia con los ideales generales de los setenta en relación a la liberación nacional, en una «alianza» de las clases o sectores desfavorecidos frente a los sectores dominantes (monopolios industriales y terratenientes). Frente a esta situación, sí existió un intento de agremiación de trabajadores rurales de tipo clasista y antiburocrática llamado Movimiento de Obreros Rurales Independiente Misionero (MORIN) que reivindicaba la solidaridad de algunos integrantes del MAM para con los trabajadores pero que fundamentalmente bregaba por un gremio de trabajadores único, poderoso y clasista.[8] En los documentos del MAM revisados, así como en Amanecer Agrario, no se han podido encontrar hasta el momento menciones de esta agremiación alternativa de los trabajadores rurales de Misiones.
Este carácter conciliador de clases de las ligas agrarias se podía ver en entrelíneas en sus comunicados y en manifestaciones de prensa, pero fundamentalmente en forma explícita en los estatutos que manifestaban claramente una postura mucho más moderada. En cambio, aparece siempre en la superficie una retórica discursiva radicalizada, tanto en notas de fondo de Amanecer Agrario como en documentos y comunicados, haciéndose el MAM eco del contexto prerrevolucionario de aquellos años.
Durante los meses que transcurren entre mayo y octubre de 1972, se llevan adelante numerosas manifestaciones de protesta con paros agrarios contundentes y masivos y numerosas movilizaciones. Estas luchas en la provincia de Misiones confluyen los días 18 y 19 de octubre en un paro regional conjunto de las ligas agrarias de Chaco, Formosa, Misiones y Santa Fe, adhiriendo también las de Corrientes. En esta oportunidad, el MAM produce una enérgica declaración en la que convoca al paro levantando la consigna de luchar por la liberación social y nacional:
Luchemos con entusiasmo, pero no olvidemos que nunca lograremos justicia TOTAL, solución definitiva a nuestros problemas, mientras los monopolios sigan siendo los dueños de nuestra patria, de nuestro trabajo, mientras los explotadores sigan siendo los verdaderos patronos del Estado y el Gobierno. Vayamos al PARO GENERAL conscientes de que no estamos solos en la lucha. Junto a nosotros está todo el pueblo trabajador de nuestra patria explotada que lucha y luchará hasta nuestra total liberación. ¡NO RETROCEDAMOS ANTE NADA Y ANTE NADIE![9]
En relación a lo dicho más arriba, es importante destacar el amplio espectro de adhesiones que suscitó este paro en la provincia de Misiones, desde las secciones de Campo Viera y Oberá de FATRE (trabajadores rurales), la intersindical de Gremios Provinciales, la CGT (regional Misiones), el Sindicato de Trabajadores Viales de la provincia, la Unión Judicial de Misiones, hasta diversas expresiones del partido justicialista, el Circulo Médico de la zona centro, la Comisión de abogados para la defensa de presos Políticos y Gremiales y la Cooperativa Agrícola Limitada de Oberá.[10]
La crisis tealera (violenta baja en el precio pagado por los acopiadores), que llega a su punto máximo en 1972, marca un nuevo auge en las luchas del MAM, el cual llama a una huelga en acuerdo con los obreros rurales que consiste en la no entrega del té verde a los secaderos. Una vez más las empresas monopólicas son un foco fundamental de las protestas liguistas. Esta presión tuvo éxito esta vez accediendo el gobierno a las peticiones de los productores. En relación con la democratización de las cooperativas «burocratizadas», el MAM también desarrolla una tarea importante logrando un incremento de la participación que se traduce en un aumento de la conciencia política. El año 1972 transcurre entonces con una sucesión de luchas por los precios del té y la yerba mate, respondiendo el gobierno en la mayoría de los casos con diversas formas de represión.
La victoria en las elecciones de 1973 del Frente Justicialista de Liberación marca una tregua inicial al crear el nuevo gobierno el Instituto Provincial de Industrialización y Comercialización Agrícola (IPICA) conformado por los sectores ligados a la producción agropecuaria, obreros y agricultores, y encargado de intervenir, regulando y controlando todas las etapas de la producción y la comercialización. A pesar de esto, la disputa por el control de la Comisión Reguladora de la Yerba Mate (CRYM), organismo nacional encargado de la asignación de cupos y percibir los impuestos y redistribuirlos entre los productores, generó ciertas fricciones, por cuanto los grandes productores y plantadores que dominaban el organismo no pudieron ser desplazados de la conducción. El MAM propiciaba la intervención provincial a la CRYM, lo que nunca pudieron lograrlo dada la importancia estratégica no solo a nivel provincial, sino también nacional, de los sectores económicos involucrados. No obstante, el gobierno provincial desarrolló una política, especialmente en la negociación de los precios, altamente favorable al MAM, lo que determinó un clima de calma ante la inexistencia de conflictos durante todo el año de 1973. Esto permitió que la conducción del MAM se involucre más políticamente, dejando de lado el perfil claramente gremial que había desarrollado el nucleamiento hasta el momento. El punto culminante fue una gran movilización organizada en el centro de Posadas en apoyo al gobierno electo bajo la consigna «Apoyar y controlar al gobierno popular», en consonancia con la política desarrollada por la Tendencia Revolucionaria del peronismo (Vilá, 2000). Esta actitud agudiza las contradicciones internas que generan en 1974 sucesivas fracturas del movimiento, tanto hacia derecha (AMA – Agricultores Misioneros Agremiados) como hacia izquierda (LAM – Ligas Agrarias Misioneras) (cfr. Bartolomné, 1972). AMA representa a aquellos sectores ligados a las grandes cooperativas y productores, que funda sus ataques a la conducción acusándolos de comunistas, extraagrarios y con la intención de copar las cooperativas, lo que desvía al movimiento de lo que serían sus auténticos intereses como productores. Establece rápidamente sus nuevos alineamientos pasando a integrar el Comité Intergremial junto con la Asociación Rural Yerbatera Argentina (ARYA), el Centro Agrario Yerbatero Argentino (CAYA), la Asociación de Plantadores del Nordeste Argentino[11], la Cámara de Molineros y la Federación de Cooperativas Agrícolas de Misiones, todas organizaciones con una perspectiva claramente más empresarial y alejada de las reivindicaciones movimientistas y cada vez más explícitamente politizadas del MAM[12].
La relativa quietud del año 1973 lleva a que el MAM se transforme fundamentalmente en la acción de sus cuadros de conducción quienes politizan y radicalizan progresivamente el discurso (a través de la definición de una nueva etapa que denominaron «Reorganización, Profundización y Movilización»). La creencia que contaban con el apoyo de las masas, aunque se observara una marcada desmovilización a partir de la reducción de la protesta a solo algunos sectores, llevó a una marcada territorialización de los conflictos, perdiendo así el carácter de movilización regional que había asumido hasta el momento (Roze, 1992:77). Esta separación entre conducción y bases se materializa en julio de 1974, cuando en una asamblea general ordinaria se eligen nuevas autoridades del MAM. El sector de intelectuales que desde hacía dos años formaba la dirección del movimiento y sus asesores son desplazados por una nueva comisión elegida por mayoría de delegados. La comisión saliente constituye primero una «Comisión Provisoria por la recuperación del MAM» terminando luego, al no poder concretar este objetivo, conformando en noviembre lo que se denominarán las Ligas Agrarias Misioneras (LAM), que se sitúan, continuando el proceso de politización y radicalización, a la izquierda del MAM, quien de ahora en más entenderá que su lugar en la provincia está dado fundamentalmente a partir de su definición como entidad gremial, estableciendo así su lugar en la sociedad misionera como estructura corporativa de los productores y diferenciándose de la conducción anterior al sostener que «después de tres años se haber sido creado el MAM vuelve a recomenzar a ubicarse dentro de su primera línea: la defensa del agricultor por los agricultores».[13]
Al presentarse más adelante nuevamente problemas con el pago de la producción agraria y una nueva discusión en torno a los precios, las tres agrupaciones llaman por separado a sus bases a la movilización efectuando concentraciones y paros agrarios. En este proceso el AMA se reconoce como movimiento minoritario y asume sobre todo una defensa del orden denunciando incluso, sin ninguna clase de pruebas, a los hombres de las LAM por un atentado ocurrido durante un paro y movilización[14]. El MAM consolida su papel de organización corporativa siendo aquella que es oficialmente reconocida por el gobierno. Tanto AMA como MAM, además de su claro perfil corporativo, se mantendrán siempre políticamente neutrales. Las LAM, por su parte, si bien oficialmente se mantienen al margen del proceso electoral del año 1975, varios de sus dirigentes participan de la corriente peronista que permanece más fiel a los postulados de liberación nacional de la lucha anterior al ´73. La JP, Tercera Posición y el Partido Auténtico se asumen desde esta posición peronista de liberación, pero no pueden demostrar en las urnas la supuesta alianza de clases que sí se concretaba en las luchas y enfrentamientos cotidianos.
A medida que el gobierno peronista se va descomponiendo y se van haciendo cargo cada vez con mayor fuerza del control del poder los sectores enrolados claramente en la estrategia de la recuperación del «orden», las protestas agrarias se van diluyendo y perdiendo fuerza, tanto frente al escaso éxito logrado en los últimos dos años como ante el aumento de la política represiva por parte del gobierno, aliado a los sectores económicos más concentrados. Finalmente la dictadura que se instala en 1976 golpea duramente al movimiento de productores a través del Operativo Toba IV que los pone fuera de la ley. El ejército a cargo del Estado declara una guerra en donde el enemigo es la subversión, cayendo en esta categoría tanto el Partido Auténtico, como la JP, los Montoneros y aquellos sectores del movimiento agrario más cercanos a estas expresiones políticas, especialmente los allegados a las Ligas Agrarias Misioneras. Al ser suspendida y puesta fuera de la ley toda actuación sindical, el MAM y las otras agrupaciones desaparecen de la escena y se cierra así la movilización agraria de los años setenta en la provincia de Misiones.
Bibliografía
Bartolomé, Leopoldo, «Base social e ideología en las movilizaciones agraristas en Misiones entre 1971 y 1975». En Desarrollo Económico, vol. 22, N° 85 (abril-junio 1982).
Consejo Federal de Inversiones: Caracterizaciones socio económicas de la provincias. Misiones. Buenos Aires, 1972.
Ferrara, Francisco (1973) Qué son las ligas agrarias. Historia y documentos de las organizaciones campesinas del Nordeste argentino. Buenos Aires, Siglo XXI.
Lockett, Fernando, Las organizaciones de productores y trabajadores rurales de la región NEA. Informe CFI, 1975
Galafassi, Guido (2005) «Rebelión en el campo. Las Ligas Agrarias de la región Chaqueña y la discusión del modelo dominante de desarrollo rural (1970-1976)». En Lázaro y Galafassi (comp.), Sujetos, política y representación del mundo rural. Argentina 1930-1975. Buenos Aires, Siglo XXI.
Roze, Jorge Próspero (1992) Conflictos agrarios en la Argentina. El proceso liguista. Tomo 1. Buenos Aires, Centro Editor de América Latina.
Vilá, Daniel: «Ni hombres sin tierras, ni tierras sin hombres». En Los ´70, año 1, Nº 9, 2000.
Fuentes
– «Editorial», Amanecer Agrario, año 2, Nº 23, agosto de 1974, pág. 3.
– «El MAM: ¿Gremio o Movimiento?», Amanecer Agrario, año 2, Nº 20, marzo de 1974, pág. 7.
– «Estadística Básica», Dirección de Estadística y Censos de Misiones, 1973.
– «Una lucha que nos debe enseñar», Comunicado del MORIM, diciembre de 1972.
– Adhesión de FATRE, Amanecer Agrario, año 1, Nº 8, segunda quincena de octubre de 1972, pág. 2.
– Comunicado del MAM, Oberá, 1° de febrero de 1972.
– MAM: Estatutos, Oberá, 28 de agosto de 1971.
– MAM: Nota al Señor Gobernador de la Provincia de Misiones, Brigadier Angel V. Rossi. Oberá, 8 de septiembre de 1971.
– Michel: «Importancia de la financiación en la comercialización», Amanecer Agrario, año 1, Nº 4, segunda quincena de julio de 1972, pág. 4.
-Memorial del MAM al gobernador de la provincia de Misiones, diario El Territorio, Posadas, 13 de septiembre de 1971.

[1] Cfr. Ferrara, 1973; Rozé, 1992 y Galafassi, 2005
[2] Estadística Básica, DEC, Misiones, 1973.
[3] Ferrara menciona a Perez Companc con 60.000 hectáreas y a Celulosa Argentina como la mayor poseedora de tierras de la provincia.
[4] Según Arrechea (1975) -citado en Bartolomé, 1982- el consumo había descendido de 8 kg. por año en 1951 a 4 kg. por año en 1970.
[5] Memorial del MAM al gobernador de la provincia de Misiones, Diario El Territorio, Posadas, 13 de septiembre de 1971.
[6] Nota al Gobernador, 8 de septiembre 1971.
[7] Comunicado del MAM, 1 de febrero de 1972, Oberá
[8] «Una lucha que nos debe enseñar», Comunicado del MORIM, diciembre de 1972
[9] «Las picadas dijeron: No pasarán», Comunicado del MAM, Amanecer Agrario, año 1, Nº 8, segunda quincena, octubre 1972.
[10] Íbidem
[11] Los Plantadores del Nordeste ya habían sido definidos con anterioridad por el MAM como «un gremio dirigido desde hace años, por los hombres del establecimiento Las Marías», mientras que sobre ARYA señalaban que «estos últimos años habría pasado a ser dirigida por hombres que respondían a los intereses de Molinos Río de la Plata». Amanecer Agrario, Nº 4.
[12] El MAM se diferencia rápida y claramente de AMA al definirlos solo como un «gremio» preocupado exclusivamente por sus intereses sectoriales, y definirse a sí mismo como un «movimiento» que «es una organización popular que al mismo tiempo que defiende los justos derechos de los trabajadores, busca terminar con la explotación de todos los trabajadores a través de medidas de fondo que ataquen la raíz de los problemas». Amanecer Agrario, Nº 20.
[13] Amanecer Agrario, Nº 23.
[14] Durante un paro convocado por las LAM, son colocadas tres bombas en la ciudad de Posadas; en CAYA, ARYA y en el domicilio de un poderoso agroindustrial de la región. Aunque nadie se adjudica el hecho, los medios de prensa llaman la atención sobre la coincidencia, y el AMA acusa directamente a las ligas misioneras, en tanto el MAM solo repudia el atentado (cfr, Roze, pág. 81)
Revista Herramienta Nº 38 Teoría política

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