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Los pobres cuerpos de los pobres

ramiro717

Por Ramiro Mases

La miseria se convirtió en una palabra. ¿Hace cuanto? La evolución en el tiempo que ha reportado el esquema económico inaugurado por el “Rodrigazo”, ampliado a sangre y fuego durante la última dictadura y profundizado en democracia, oscilante a su vez entre represión y legitimación electoral, ha transformado ya no sólo las estructuras económicas y consecuentemente, políticas sino también rasgos culturales de la sociedad que habita el territorio nacional. El aniquilamiento de la estructura industrial en el marco de la etapa denominada neoliberal, y con ella el detonamiento del tejido social que dependía de aquélla, a la par del nuevo proceso de mega concentración de la tierra en la zona rural, ha significado una desposesión extrema de riqueza (en todos los aspectos que puede abarcar potencialmente, esta palabra) en mas de un tercio de la población, y una pérdida de derechos de toda clase. La enorme migración interna, hacia la urbe y la consecuente concentración poblacional en el territorio de las ciudades, otrora industriales ha configurado espacios superpoblados, donde no obstante impera la precariedad como modo de vida. Precariedad: habitacional, económica, legal, sanitaria, educacional, emotiva, y la lista continúa.

Resumiendo: Primero a sangre y fuego, luego mediante corrupción, represión y –vale aclararlo- también mediante legitimación electoral y hasta aclamación, la oligarquía (que también ha modificado su fisonomía y composición a través del tiempo) vernácula y trasnacional, ha establecido un modelo económico-político, que en términos cuantitativos, ha planificado durante los últimos 36 años un proyecto de país que comprende sólo la mitad de la población actualmente existente, en el funcionamiento formal de su estructura económica, educacional, habitacional, sanitaria y de transporte, cuestión que coloca en una particular situación, al resto de la población que queda por fuera de ese esquema.

Algunos la han llamado Población excedente. Es decir, que sobra, que está de más en un sistema que ya ha configurado sus partes y su funcionamiento prescindiendo de aquéllas que no estén incluidas en ese conjunto original.

¿Qué significa vivir precariamente, ya no sólo en términos de discurso, sino al nivel del cuerpo? ¿Qué pasa con el cuerpo de los excluidos?

¿Es decir, que es ser pobre, vivir precariamente, convivir con la miseria, más allá de las palabras que la designan?
El día dura para todos los seres humanos que compartimos este territorio, 24 horas por igual, y así como esa condición compartida, existe una amplia gama de algunas otras necesidades incluso fisiológicas, que establecen al menos un cierto panorama biológico común (sin mencionar aquí las obvias necesidades espirituales que también existen), más allá de las diferencias sociales. A propósito de esto, sería bueno hacer el ejercicio mental de imaginar, que significa, que haya otros (como nosotros) que vivan tan cerca, que por ejemplo tengan que tomar mate hasta el atardecer, porque no hay nada para comer. Que significa, dormir durante toda la infancia en una cama de una plaza, con otra persona (no necesariamente familiar directo), porque no hay colchón para todos. Como es vivir en la calle. Como impacta en el animo de una persona, saber que cada vez que llueva (hecho que aún está lejos de de depender de nuestra voluntad) va a llegarnos el agua hasta los tobillos. Como es, pasar frío, sentir en el cuerpo la sensación del frío, todos los días del invierno y como es sofocarse de calor todo el día en verano. ¿Como se vive sin tener cloacas, o viviendo al lado de un basural? Como es que te roben o tener que andar atento constantemente, a que no te quiten lo poco que tenès? ¿Que pasa durante el día para los que no tienen trabajo? ¿Que pasa cuando empezàs a fumar (pasta) base a los 12 años? ¿Que pasa con tu cuerpo? Lejos de querer provocar pena o una sensación de lástima, este ejercicio mental de imaginar en que consiste, convivir 24 horas del día (a veces nacer, crecer y morir ) con la penuria material y emocional, que es causada por un cierto modelo político/económico, pretende poner de manifiesto las implicancias concretas de una realidad, que se quiere naturalizar.

En este sentido, también es fructífero reflexionar, si la miseria es una cifra. ¿Acaso desaparecería esta, si todos tuviéramos al menos 6 pesos para comer por día? Si todo grupo familiar ganara al menos 1536$ por mes, desaparecería eso que se llama miseria y que exhibe las características antes mencionadas? Y en otro nivel de reflexión, ¿Es correcto que quienes ganan (al menos) 35.000$ por mes, que se trasladan en autos oficiales con chóferes, y comen en el buffet del congreso o el ministerio, o la casa rosada, nos digan que nosotros debemos conformarnos con 6 pesos por día, para satisfacer las mismas necesidades fisiológicas que ellos tienen? ¿Puede alguien que ejerce la función pública y aún así mantiene negocios o empresas privadas, considerar nuestro salario como ganancia, y extraer de él un porcentaje?

La pobreza lejos de ser una cifra, o un problema moral, constituye una vivencia del cuerpo y es precisamente en los cuerpos de quienes la sufren, donde se inscriben los efectos de las políticas que hacen que existan pobres, muy pero muy pobres, y ricos, absurdamente, ricos. También es en el cuerpo, donde adquieren importancia esos conceptos, esas cifras, esas palabras que pretenden significar la miseria, producto de la desigualdad económica estructural.

En este sentido y al respecto: Quizás una clase rentística y parasitaria, como la clase política heredada tras el fin de la dictadura, o la clase empresaria multimillonaria, sea capaz de diagramar y pensar su propia dicha, en el marco de un país que funcione para 20 millones de habitantes, cuando son 41 millones, los que habitan efectivamente el territorio nacional. Ahora bien, ¿Podemos nosotros, en tanto pueblo, concebir un presente y un futuro de dicha y prosperidad habitando semejante nivel de contradicción? Aún quitando el asunto del plano moral, y concibiendo que haya sujetos exclusivamente preocupados por sus propios intereses, es siquiera facticamente viable, aun para nuestra propia felicidad, vivir en el mismo territorio en el que existen personas que no tienen nada que perder, puesto que nunca han tenido (casi) nada?

La dignidad de nuestro pueblo, registra en su memoria no tan lejana, la prueba efectiva no sólo de que es posible vivir en un país, cuyo estado garantice la justicia social en un marco de soberanía política, independencia económica y participación popular, sino de que es conveniente hacerlo. La miseria planificada, no es más que la peor ofensa y la más profunda herida, que se le haya suscitado al pueblo argentino.

Un enorme patriota dijo alguna vez: “Nadie se realiza, en una comunidad que no se realiza”.

Y tenía razón.

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