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GANAR: NECESITAMOS CONSTRUIR UN PROYECTO SOBERANO DE NACIÓN

El peronismo atraviesa un estado discusión interna, tanto entre sus bases como a nivel dirigencial. A la necesidad de autocrítica y a la revisión de los errores recientes, se suma un sentimiento de desamparo cada día más agudo. A la derrota electoral se le agrega la falta de liderazgos o la simple reaparición de cacicazgos cuyo único aporte es el de la administración de un poder institucional remanente. Más de lo mismo. La conducción del Partido Justicialista no presenta ningún proyecto, no plantea ningún horizonte, no invita a ningún sueño, no elabora ningún programa, no lleva adelante iniciativas que entusiasmen y comprometan a la sociedad. Frente a este panorama, y aunque algunos se sientan invitados a sumarse al derrotismo o al cinismo ideológico -cuya única oferta es el nihilismo político- el actual estado de cosas no es una fatalidad y el peronismo ya ha atravesado episodios similares o incluso peores. Históricamente, el peronismo, incluso en las situaciones más adversas, frente a golpes y terrorismo de Estado, persecución, cárcel, tortura, muerte y desaparición forzada, siempre mantuvo la iniciativa, el espíritu de lucha y el llamado a la liberación nacional mediante la construcción de un proyecto patrio y soberano.
¿Cómo se ha salido? Como siempre: con convicción, organización y doctrina. Con trabajo, humildad, confianza en el pueblo y labor militante.

Las mezquindades, la traición de los símbolos y la pérdida del carácter revolucionario del peronismo nos han llevado hasta la situación actual. “Si nuestros sucesores políticos corrompieran el Partido, el Estado y el Movimiento para llevar a cabo sus mezquinos intereses en contra del pueblo, pues sería lógico que el pueblo se rebele contra todos ellos, incluso contra nuestros símbolos”, reflexionaba Perón en 1974. A esta defección histórica se suma algo inédito: el peronismo pareciera haberse acostumbrado a perder. Esta realidad la ha expresado recientemente con mucha elocuencia el compañero Andrés Larroque, quien señaló en una entrevista: “Hacia el futuro tenemos que preguntarnos ¿queremos ganar o perder? Porque ahí también aparece el negocio de la derrota en política. Parece que algunos se están enamorando o están descubriendo las virtudes del negocio de la derrota. Nosotros queremos ganar; el peronismo siempre busca ganar”. 

Para algunos ya no se trata de construir una mayoría, de invitar a pensar un proyecto de desarrollo, de soberanía y de felicidad para el pueblo, frente a un mundo sumamente dinámico y cambiante, que presenta grandes oportunidades para insertarnos con inteligencia. No se trata de derrotar al peor enemigo imaginable del pueblo argentino -Milei y su séquito- sino que ante esta situación de emergencia, cierta dirigencia institucional pareciera estar exclusivamente interesada en negociar cuestiones “institucionales”, cuando no directamente personales, enfrascada en roscas palaciegas que la sociedad rechaza con total razón. Mientras tanto, en ese estado de indolencia y letargo, el gobierno encabezado por Javier Milei cuenta con el apoyo de todos los grupos empresarios, la histórica y la nueva oligarquía nacional e internacional, y todas las embajadas que históricamente han estado interesadas en intervenir en los asuntos internos de Argentina, quienes se han encuadrado sin fisuras detrás de este gobierno de entrega y destrucción. Es tan obsceno el alineamiento que Milei ni siquiera se molesta en ocultar su conducta de lacayo de las embajadas extranjeras y de los principales grupos económicos, incluso al punto tal de hacer el ridículo públicamente y comportarse como el bufón de las oligarquías internacionales, en un acto de absoluta sumisión geopolítica a los dictados del establishment de los Estados Unidos y su Estado cliente, el Estado genocida de Israel, por cuya bandera muestra más devoción que por nuestra insignia patria.
Ante ese escenario, el peronismo debe manifestar una oposición clara, frontal y decidida, poner manos a la obra y ofrecerle a la sociedad, primero, una autocrítica, pero luego, y sobre todo, un plan de acción. 

Ese plan de acción debe arraigarse en las enseñanzas de nuestra doctrina y nuestra propia experiencia histórica, que ha demostrado ser exitosa. Esa acción de renovación no puede ser encabezada por los derrotados, rodeado de los anteriores derrotados. Quienes fueron los mariscales del peor fracaso de la historia de nuestro movimiento no pueden pretender conducir al peronismo. ¿Adónde van a conducir al peronismo, si no es a la derrota? 

En el peronismo ha habido muchos apotegmas. Uno de ellos es muy simple: “Quien gana conduce, quien pierde acompaña”. ¿Cómo podemos aceptar que quienes han ganado -en particular algunos gobernadores y, en particular, el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, el compañero Axel Kicillof–  sean atacados por los principales derrotados? Quienes eligieron el gobierno anterior, conformaron sus listas e integraron los gabinetes no pueden pretender conducir, menos aún conducir sin exponerse. Esta lógica no puede seguir. A menos, claro, que el peronismo pretenda perder. 

Si el peronismo quiere ganar necesita llevar adelante un programa transformador. Ese programa transformador no lo pueden liderar los derrotados a quienes la sociedad ya rechazó. Los programas y los gobiernos los conforman personas y esas personas tienen que haber ganado algo y tener el aval de nuestro pueblo. Hoy, lo que esta Argentina necesita más que nunca, es una alternativa anclada en el peronismo, que presente una opción viable, fuerte, con ideas, con acción política que exponga con claridad y demuestre frente a frente por qué el proyecto de Milei es inviable y señalar con firmeza cuáles son los problemas y las angustias más acuciantes que atraviesa nuestro pueblo. Una opción de poder que exponga las debilidades y los disparates del gobierno nacional y que despierte la esperanza entre la población. Que reconstruya lazos rotos con los excluidos, con los barrios marginados, con los trabajadores sindicalizados, con la sociedad civil, con los sindicatos, con las organizaciones libres del pueblo que naturalmente integran el entramado peronista.

Hoy la sociedad mantiene su paciencia con el gobierno actual, pero lo más dominante es el rechazo a lo anterior y la falta de futuro de las opciones actuales. El pueblo argentino es paciente, pero no es sumiso y, mucho menos, zonzo. No apoya un modelo de disolución nacional, ni la destrucción de su industria nacional, ni la injusticia social, ni la devoción por el dinero, ni la aceleración de la degradación social que propone el modelo exclusivamente financiero y ponzi que quiere Milei. Ese dilema es lo que debe romper el peronismo. Y eso sólo puede lograrse con organización, con militancia comprometida, con ideas, con un programa soberano y con una clara y contundente reconfiguración actual del justicialismo y del peronismo.

Es nuestro deber patrio frenar este modelo extranjerizante, de disolución nacional, de destrucción de nuestro tejido social y de nuestro aparato productivo, pensado únicamente para el capricho de potencias extranjeras, que ataca a jubilados y trabajadores con especial crueldad. 

Por esa razón es necesario cambiar en serio para volver a gobernar y hay que volver a gobernar para transformar, de una vez y para siempre, la historia de nuestro país, en la que a nadie se le vuelva a ocurrir jamás, ni sea posible, semejante afrenta al Interés Nacional.
Nuevas caras y nuevas prácticas se necesitan urgente para dar vuelta la cosa. El tema no es cuándo ni quién, sino cómo y para qué. 

25 de Enero de 2025

MOVIMIENTO PERONISTA AUTÉNTICO – PROVINCIA DE BUENOS AIRES

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