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LA MARCHA AL CAMPO: UNA PROPUESTA ESTRUCTURAL PARA SUPERAR LA POBREZA Y DESOCUPACIÓN

José Rey, Movimiento Peronista Auténtico (MPA)

Lejos del griterío de la discusión política -que de tanto ruido inconducente, más que información, es censura- las dinámicas y tendencias de la realidad siguen adelante, sin importar las palabras, deseos y pronósticos. Mientras nos distraemos con fuegos de artificio en su mayoría vacíos, tendencias de la vida social y económica se siguen consolidando lentamente, sin ser atendidas. Motivados por los problemas reales y con el fin de producir una transformación duradera en la vida y el bienestar de nuestro entramado productivo, laboral y social nos vemos movilizados desde hace poco más de 20 años por un diagnóstico informado y fundamentado, sintetizado en un programa nacional que promueve como necesidad ineludible realizar en el menor tiempo posible políticas de alta eficacia que aporten inmediatamente en la tarea impostergable de superar la desocupación y subocupación estructural, así como la pobreza e indigencia, teniendo como eje el aporte que puede hacer el sector rural. Las propuestas más divulgadas respecto a políticas laborales parten del supuesto de que la actual estructura económica se encuentra prácticamente consolidada y es irreversible. Por consiguiente, predomina la exhortación a la buena voluntad de los efectivos beneficiarios de los cambios introducidos en el país desde el año 1975 a la fecha, para que contribuyan a disminuir los efectos negativos de esos cambios. Pero en el transcurso de las últimas décadas, salvo breves lapsos excepcionales, dichos beneficiarios demostraron, en general, no estar interesados en el desarrollo nacional. Nos encontramos así repitiendo propuestas que solamente consolidan un modelo perimido o que, en el mejor de los casos, sólo alcanzan para derramar un poco de riqueza en sectores puntuales. La clase política y empresarial de nuestro país ve aún como viable un modelo político y económico -anclado en una visión geopolítica- que ya no existe más.
Este rígido marco económico con sus respectivos jugadores privilegiados y con las consecuencias socioeconómicas conocidas, se asume como un fenómeno natural, sin ser debatido por una importante porción tanto de la dirigencia política como de miembros de círculos académicos, científicos y tecnológicos.

Sólo de este modo puede explicarse la repetición de propuestas de escasa o nula eficiencia para transformar la realidad. 

Nos interesa contribuir con un aporte concreto y poner la atención a un sector en el que existe un muy pobre debate: el sector agropecuario. Ese aporte, de larga trayectoria, antecedentes, experiencias piloto exitosas e incluso un paso por el Congreso de la Nación, ha dado en llamarse Programa Nacional La Marcha Al Campo.

¿En qué consiste y por qué creemos que puede ser una herramienta eficaz, estructural y duradera para reducir la desocupación y ser, además, un pilar de desarrollo productivo?

El proyecto aborda varios aspectos. No solamente lo productivo y, por consecuencia, lo laboral y social, sino que apunta a conformar una nueva geografía económica, al necesario repoblamiento del interior productivo y a la imperiosa necesidad de recrear un sector chacarero fuerte y de poblar equilibradamente nuestro territorio, fomentando una inmigración inversa: de las urbes superpobladas, hacinadas, sin destino productivo y en proceso de guetificación, al sector rural, necesitado de empleo, población, desarrollo tecnológico y producción. El programa supone que el Estado Nacional impulse la aplicación de la ciencia y la tecnología para el manejo de la naturaleza (incluyendo la utilización de tierra fiscal con bosque nativo, alrededor de doce millones de hectáreas, según estimaciones conservadoras) para el aprovechamiento de sus múltiples productos en un plan de manejo sustentable no sólo en lo concerniente al uso de la tierra en la producción agropecuaria y al aprovechamiento de la masa forestal nativa, sino también en el correcto uso de las aguas continentales, en el manejo y protección de la fauna y la flora nativa y el resto de los factores naturales.

El diseño del programa está basado en la conformación de unidades asociativas de producción en la forma de cooperativas agropecuarias, usufructuando una propiedad bajo la forma jurídica de comodato a largo plazo, lo que evita la eventual privatización de las tierras en el futuro, preservando la propiedad fiscal de la misma. Además, la puesta en funcionamiento del programa se realizaría utilizando también tierras fiscales de propiedad de la Nación, incluyendo la proveniente de herencias vacantes y de otras formas, así como tierras fiscales de las provincias, municipios, ministerios y organismos descentralizados, aptas para el desarrollo de la producción agropecuaria actualmente no utilizadas o subutilizadas y en serio y actual riesgo de ser rematadas a precio vil. Los recursos financieros necesarios para el programa son importantes pero no imposibles de obtener y parte de ellos pueden provenir de los recursos disponibles de programas en ejecución

Se debe aclarar que no se trata de un “revoleo” al azar, ni del reparto indiscriminado de tierras, ni menos aún del traslado de la pobreza de un lado a otro. Nada más lejano. Aprovechando la larga tradición nacional cooperativista y la necesidad de un desarrollo territorial federal y productivo, la Marcha Al Campo apunta a revertir ordenadamente, y con el asesoramiento de organismos como el INTA y universidades nacionales, la migración rural-urbana y fomentar el arraigo en el sector rural. Eso contribuye a frenar la tendencia de hacinamiento en los conurbanos mediante una estrategia tanto productiva como de movilización de fuerza de trabajo ociosa que puede en un primer plazo de 48 meses contener a la población rural que migra y atraer a ciertos perfiles que ya emigraron y organizarla como productores, sin subsidios permanentes del Estado, con un libre desarrollo de sus actividades y afincados en todo el territorio nacional. Este programa cuenta con un detallado cronograma y con experiencias exitosas llevadas adelante en provincias como Buenos Aires, Salta, Santa Cruz y Córdoba. Experiencias de funcionamiento similares se pueden ver en el modelo agropecuario francés, donde existe un fuerte desarrollo de regiones con productos con denominación de origen, un poblamiento más adecuado del territorio y un involucramiento de productores y organizaciones profesionales para aportar investigaciones aplicadas que sirvan a las necesidades de la producción.

Por estas razones, La Marcha al Campo es además la herramienta más eficaz para construir un federalismo equilibrado al provocar una desconcentración de las grandes urbes y la cobertura de una demanda creciente de alimentos de calidad y con denominación de origen en las provincias, mejorando no sólo la calidad de vida de los directamente involucrados, sino también generando desarrollo derivado en los territorios en las que se implemente.

El programa encuentra sus orígenes históricos en los gobiernos de Perón -particularmente en su Segundo Plan Quinquenal- y ha sido impulsado por décadas bajo distintas iniciativas y formas, más notablemente bajo el liderazgo del ex Ministro de Asuntos Agrarios de la Provincia de Buenos Aires durante el gobierno de Bidegain, Guillermo Gallo Mendoza. Más recientemente (en 2020) tuvo un breve pero trunco paso por instancias legislativas, con un importante apoyo tanto político como gremial y de organizaciones del ámbito rural, pero fue finalmente cajoneado merced a la desidia y/o ponderación de algunos intereses mezquinos.


Es hora de retomar esta propuesta estratégica y asequible para recuperar la esperanza, generar empleo genuino, aportar al desarrollo territorial y productivo, reducir drásticamente el desempleo y trazar un horizonte de esperanza para millones de argentinos que se encuentran en la angustiante situación de desempleo y pobreza estructural. No hay tiempo que perder.

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