
Gaza en clave geopolítica: La profundización del Apartheid y la limpieza étnica como respuesta a un problema territorial y demográfico
*Por David Pizarro Romero, Historiador, Mg. en Estrategia y Geopolítica (USAL/UNDEF)
La posición internacional de Israel se ha deteriorado a lo largo de los últimos dos años, pero en las últimas semanas el declive ha sido vertiginoso.
La prohibición de entrada a la franja a los periodistas extranjeros no ha impedido que las imágenes de hambruna inunden las redes sociales. Los informes de los médicos sobre civiles utilizados como blancos de prácticas de tiro están acaparando los titulares. Las bombas siguen cayendo sobre las tiendas de campaña. Hace apenas dos días un en bombardeo deliberado, Israel asesinó(junto a otras tres personas más) a los 4 periodistas que integraban el equipo en el terreno de Al Jazeera.
Ahora, destacados académicos, autores y organizaciones de derechos humanos israelíes están llegando a la conclusión, por primera vez, de que Israel está cometiendo un genocidio en Gaza.
Aunque la mayoría del pueblo israelí está de acuerdo con el genocidio (esto se lo puede ver en redes sociales, en los medios de comunicación israelíes, en las encuestas realizadas por Israel Hayom o el diario Haaretz), hay voces que empiezan a romper el discurso hegemónico y victimista estatal.
En medio del hambre, los asesinatos y los desplazamientos en Gaza, algunos israelíes están empezando por fin a pronunciar la palabra genocidio. Hace pocos días, dos organizaciones israelíes de derechos humanos, B’Tselem y Médicos por los Derechos Humanos-Israel, llegaron a la conclusión de que el Gobierno israelí está efectivamente involucrado en un intento de exterminar sistemáticamente a la población palestina de Gaza mediante asesinatos, hambre o desplazamientos forzados.
«La destrucción sistemática del sistema sanitario, la denegación del acceso a los alimentos, el bloqueo de las evacuaciones médicas y el uso de la ayuda humanitaria para promover objetivos militares: todo ello indica un patrón de conducta claro, un patrón que revela una intención», afirma Guy Shalev, director ejecutivo de Médicos por los Derechos Humanos-Israel.
Esta es también la conclusión del historiador israelí-estadounidense Omer Bartov, especialista en estudios sobre el Holocausto en la Universidad de Brown. Ha identificado un patrón de operaciones que se ajusta a las declaraciones realizadas inmediatamente después del ataque de Hamás, que consistía en destruir sistemáticamente Gaza. Es decir, destruir escuelas, universidades, museos, todo: hospitales, por supuesto, plantas de agua, plantas de energía. De esa manera, hacerla inhabitable para la población y hacer imposible, si alguna vez esto termina, que ese grupo reconstituya su identidad como grupo borrando por completo todo lo que hay allí.
Un grupo de 31 figuras prominentes israelíes también ha publicado una carta en la que instan a la comunidad internacional a imponer «sanciones devastadoras» a Israel en respuesta a las políticas del Gobierno que facilitan la hambruna en Gaza. El grupo, que incluye a un ganador de un premio Óscar, un ex fiscal general israelí y un ex presidente del Parlamento israelí, también pide un alto el fuego inmediato. Pedir al mundo que sancione a su propio país es casi tan incendiario en Israel como utilizar la palabra “genocidio”.
Hasta Donald Trump señaló hace pocas semanas que los palestinos se están muriendo de hambre en Gaza. Las pruebas fotográficas son tan claras que incluso el presidente de Estados Unidos, que se apresura a descartar muchos hechos como noticias falsas, dijo que “algunos de esos niños están realmente muriéndose de hambre. Lo veo, y eso no se puede falsificar”. A Trump le cuesta mucho romper con su amigo Bibi, por lo que el genocidio en Gaza debe estar empezando a dañar la reputación de Trump y su autodenominado papel de pacificador. Pero Trump solo habla de suministrar dinero para el envío de alimentos; no dará el siguiente paso de presionar a Israel para que ponga fin a la crisis.
Como era de esperar, el Gobierno israelí niega las acusaciones de que está matando de hambre deliberadamente a la población de Gaza. Culpa, por improbable que parezca, a Hamás, que se ha visto reducido a una fuerza que apenas puede mantenerse viable y mucho menos controlar el acceso a los alimentos para dos millones de personas.
El Gobierno de Netanyahu ha respondido recientemente a la presión internacional permitiendo la entrada de más ayuda. Pero es grotescamente insuficiente. Según un informe reciente de la ONU, en Gaza se está produciendo el peor escenario posible de hambruna.
La política de la hambruna
No hay ejemplo más evidente de la naturaleza política de la hambruna que Gaza. El hambre no se debe a malas cosechas ni al mal funcionamiento del mercado. El ejército israelí ha arrasado la zona y destruido los medios para cultivar y vender alimentos.
Según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA), el 92% de las 436.000 viviendas de Gaza han sido dañadas o destruidas, el 81% de las carreteras y el 70% de las estructuras han quedado inutilizadas. El sector agrícola también ha colapsado: el 83% de las tierras cultivables, pozos de agua y la mayoría de los invernaderos han sido arrasados, de acuerdo con un informe de Naciones Unidas publicado en abril. Además, Israel ha impuesto un bloqueo a la entrega de ayuda. Hay mucha comida esperando justo fuera de Gaza.

Las Naciones Unidas se negaron a participar del nuevo modelo que instauró el gobierno israelí y que consiste en la escasa distribución de alimentos que se lleva a cabo en Gaza a través de la Fundación Humanitaria de Gaza (GHF), que ha establecido centros de distribución en cuatro zonas de evacuación —Tal al-Sultan, el barrio saudí, Khan Younis y Wadi Gaza— y ha precipitado una lucha distópica y darwiniana por acceder a esos alimentos. Las personas hambrientas deben recorrer, en algunos casos, distancias considerables para llegar a estos centros. Y luego, si llegan allí, se enfrentan a más obstáculos.
Según la página de Facebook de GHF, los sitios permanecen abiertos durante tan solo ocho minutos cada vez, y en junio la media del centro en el barrio saudí fue de 11 minutos. Estos factores han llevado a las ONG a acusar al sistema de ser peligroso por su diseño. El director de la UNRWA, Philippe Lazzarini, ha afirmado que «el llamado mecanismo… es una trampa mortal que cuesta más vidas de las que salva».
La ONU ha instado a volver al mecanismo que viene existiendo desde hace décadas exitosamente y que consiste en utilizar la infraestructura de la ONU y de UNRWA, presentes en todo el territorio.
Hasta ahora, los soldados israelíes han matado a más de 1500 palestinos que intentaban acceder a la ayuda.
Los civiles también deben lidiar con grupos armados que saquean los convoyes de alimentos. Contrariamente a lo que afirma el Gobierno israelí, estos grupos armados no están afiliados a Hamás. De hecho, un análisis interno del Gobierno de Estados Unidos reveló que Hamás no ha participado en ningún desvío significativo de la ayuda alimentaria.

Más bien, los grupos armados son específicamente anti-Hamás y han sido apoyados por el Gobierno israelí. De hecho, el Gobierno de Netanyahu ha adoptado abiertamente esta estrategia de «divide y vencerás».
Ahora, más allá de que la política de matar de hambre al pueblo palestino es reconocida hasta por el mismísimo Trump, la matanza continúa.
Nada de esto ha sido suficiente para detener el genocidio. ¿Por qué?
Durante casi dos años, Israel ha afirmado que sus principales objetivos bélicos son destruir Hamás y garantizar la liberación de los rehenes. La mayoría de los analistas y medios de comunicación occidentales, con algunas excepciones, han aceptado esta narrativa sin crítica alguna. Pero nunca fue cierta.
Destruir Hamás y liberar a los rehenes han sido objetivos de la guerra. Ninguno de los dos ha sido el objetivo principal. De hecho el propio ejército israelí ha asesinado a varios rehenes. Esto ha sido probado y documentado pero no difundido.
El objetivo estratégico de Israel ha sido la limpieza étnica.
Esto parecía posible cuando 6000 bombas cayeron sobre Gaza durante la primera semana de la guerra. Parecía probable cuando se filtró un memorándum de inteligencia en el que se argumentaba que el desplazamiento de los palestinos de Gaza «daría resultados estratégicos positivos y a largo plazo» durante el primer mes.
En retrospectiva, es innegable. El alcance de la devastación, la denegación de ayuda, los ataques sistemáticos contra instalaciones médicas y la disposición del Estado a incurrir en enormes costes de reputación en Estados Unidos y a nivel internacional solo tienen sentido desde esta perspectiva.
Casi todas las escuelas, hospitales, mezquitas, universidades, sitios patrimoniales e incluso cementerios de Gaza han sido destruidos. De las decenas de miles de muertos confirmados, la mayoría son mujeres y niños.
La limpieza étnica suele llevarse a cabo de forma silenciosa, al menos hasta que es demasiado obvia para negarla. Pero en las últimas semanas, el apoyo a esta idea dentro de Israel se ha hecho más evidente.Suscribirse
En junio, un antiguo miembro del Knesset citó a Hitler mientras abogaba por la creación de una “Gaza hebrea”. En julio, el ministro de Patrimonio dijo que el Gobierno se estaba apresurando a «borrar del mapa» el enclave. Ese mismo mes, el ministro de Finanzas lo calificó de “parte inseparable” de Israel.
Una encuesta reciente de Israel Hayom reveló que la mayoría apoyaba el restablecimiento de los asentamientos israelíes. Días más tarde, el primer ministro Netanyahu anunció su intención de ocupar por completo la franja.
Todo esto plantea una pregunta. ¿Por qué Gaza es tan importante para Israel? La respuesta no es Hamás, cuyo gobierno Israel apoyaba antes de que estallara la guerra. El grupo ha ofrecido en múltiples ocasiones renunciar al poder y liberar a todos los rehenes para poner fin a la guerra.
Desde la perspectiva de Israel, Gaza es parte del problema palestino más amplio, que es tanto territorial como demográfico. Dado que el Estado se define a sí mismo como judío y privilegia al pueblo judío por encima de los demás, el número relativo de judíos y palestinos en el territorio controlado por Israel es importante.
Y para Jerusalén, el problema es urgente. El demógrafo israelí Arnon Soffer concluyó que los judíos constituyen ya menos del 47 % de la población que vive entre el río Jordán y el mar Mediterráneo.
Años antes, advirtió que las presiones demográficas obligarían a Israel a matar a los palestinos.

Esto no suena a democracia liberal, porque no lo es. Aunque todos los ciudadanos adultos de Israel pueden votar, los ciudadanos palestinos, que constituyen una quinta parte de la población, no tienen los mismos derechos que los israelíes judíos. Lo mismo ocurre con los beduinos, los drusos y los cristianos árabes.
En los territorios ocupados no hay pretensión de democracia. Israel es autocrático. Los colonos judíos de Cisjordania votan y viven bajo el derecho civil. Cuando cometen delitos contra palestinos, el 94 % de los casos terminan sin acusación.
Los palestinos de Cisjordania no pueden votar y están sujetos a la ley militar, donde la tasa de condenas es del 95 %. Su movimiento está severamente restringido por los puestos de control, los permisos y las barreras de separación.
Estas desigualdades son un problema de relaciones públicas, porque la ocupación y el apartheid tienen mala fama. Pero cuando los palestinos desaparecen, de una forma u otra, también lo hace la discriminación contra ellos.
La historia de Israel como democracia judía, con igualdad de derechos para todos, se vuelve más fácil de contar.
Se puede debatir qué fue lo que catalizó la política de limpieza étnica en Gaza. El trauma del 7 de octubre, el oportunismo de los políticos de extrema derecha y los cálculos políticos del primer ministro parecen haber influido.
Pero la política es lo que ocurre al final del día. La limpieza étnica ha sido un objetivo del Estado. Con algunas excepciones, ha contado con el apoyo de la sociedad israelí.
¿Cumplirá Israel sus objetivos?
En los últimos días y semanas, un ex primer ministro israelí ha condenado los crímenes de guerra israelíes. Seiscientos exfuncionarios de seguridad israelíes han instado al presidente Trump a que ayude a poner fin a la guerra.
Francia, el Reino Unido y Canadá han declarado su intención de unirse a otros 147 países en el reconocimiento de un Estado palestino. Los palestinos siguen haciendo más que nadie para documentar lo que está sucediendo. Si la presión sigue aumentando, la guerra podría terminar. Gaza podría seguir siendo palestina.
Pero también es posible que Israel expulse a los habitantes de Gaza. En ese caso, el problema palestino se reduciría a Cisjordania, que ya lleva décadas sometida a una ingeniería demográfica.
Eso es lo que quieren los líderes israelíes. Por eso continúa la guerra.
Ahora, ¿qué alternativas están en la mesa?
¿Un Estado palestino?
A pesar de que la base material para un Estado se está escapando de las manos de los palestinos como la arena de un reloj de arena, los países de todo el mundo están respondiendo a la crisis actual reconociendo lo que hasta ahora no existe. El último país en anunciar que reconocerá un Estado palestino es Francia. El Gobierno laborista del Reino Unido se ha comprometido a seguir su ejemplo en septiembre si Israel no acepta un alto el fuego. Australia y Canadá se mantienen actualmente al margen (N. del E.: Inglaterra, Australia, Canadá y Portugal reconocieron al Estado de Palestina el día 21 de septiembre, seguidos por Francia, Mónaco, Andorra, Luxemburgo y Bélgica, el día 22 de septiembre. San Marino ha anunciado que reconocería a Palestina en breve).
Incluso antes de que Francia diera el paso, diez países de la Unión Europea reconocieron a Palestina, y forman parte de los actuales 157 de los 193 miembros de la ONU que lo han hecho.
Francia también se ha asociado con Arabia Saudí para organizar una conferencia de tres días en la ONU esta semana para debatir la condición de Estado palestino. Ni Israel ni Estados Unidos participaron en las deliberaciones.
Lejos de la solución de dos Estados o de un solo Estado, Netanyahu apuesta por una solución sin Estado. El Gobierno israelí parece decidido a hacer Gaza inhabitable para los palestinos (aunque quizá no para los colonos israelíes o los ricos interesados en comprar villas frente al mar). Mientras tanto, a finales de mayo, el Gobierno anunció un importante aumento de los asentamientos en Cisjordania, aprobando 22 nuevos asentamientos. El ministro de Defensa, Israel Katz, fue tajante en su justificación de la medida: «impide el establecimiento de un Estado palestino que pondría en peligro a Israel».
Todo ello recuerda a la expulsión y el despojo de los nativos americanos durante la presidencia de Andrew Jackson y a la apropiación de tierras que los colonos blancos se apresuraron a llevar a cabo. Jackson, por supuesto, es el presidente favorito de Donald Trump.
¿Hay futuro luego del Genocidio?
En los viejos tiempos, los Estados eran el resultado de genocidios. Estados Unidos, por ejemplo, se construyó sobre el genocidio cometido contra los nativos americanos. Australia y Nueva Zelanda surgieron de manera similar de las cenizas de las atrocidades cometidas contra los pueblos indígenas. Si se indaga lo suficiente, se encuentran esqueletos similares en los armarios de muchos Estados: en Europa, Asia, América Latina, África.
En la era moderna, la ecuación se ha invertido a menudo. Las minorías apátridas han sufrido genocidios y solo entonces se les ha concedido un Estado. Ese fue sin duda el caso de los judíos e Israel (1948). Pero también es lo que ocurrió con Bangladesh (1971), Timor Oriental (2002) y, tras un considerable retraso, Namibia (1990) y Armenia (1992). Los kurdos siguen esperando su Estado —tienen parte de un Estado en el Kurdistán iraquí— y no son la única minoría apátrida que anhela una patria reconocida internacionalmente.
Los palestinos llevan esperando su Estado desde la nakba de 1948. No es solo Israel quien se ha interpuesto en su camino. Otros Estados árabes han mostrado diversos grados de indiferencia, y los Acuerdos de Abraham son la última prueba de lo fácil que es sobornar a países como los Emiratos Árabes Unidos y Marruecos para que descarten la creación de un Estado palestino. Hamás envió su fuerza expedicionaria a Israel el 7 de octubre, en parte para impedir que Arabia Saudí se sumara a los Acuerdos de Abraham.

Ahora, con el sufrimiento palestino en niveles nunca vistos en varias generaciones, es imposible que muchos países aparten la mirada. Francia ha impulsado la cuestión de la creación de un Estado en la reunión de la Asamblea General de la ONU. Las condiciones mínimas para dicho Estado serían, por supuesto, un alto el fuego creíble, el fin de la ocupación israelí de Gaza, el gobierno palestino del territorio y el fin de los nuevos asentamientos en Cisjordania.
Es poco probable que el actual Gobierno de Israel apoye estas condiciones. Pero la presión internacional, en la línea de las sanciones devastadoras recomendadas en la carta de los destacados críticos israelíes y recomendadas desde hace tiempo por el movimiento Boicot, Desinversión y Sanciones, podría derrocar a Netanyahu con la misma certeza con la que el movimiento mundial contra el apartheid logró forzar una transición política en Sudáfrica.
Voces de todo el mundo dicen: ahora o nunca para un Estado palestino.
De acuerdo con la visión del autor, lo ideal sería el completo desarme de Israel, el envío de fuerzas de paz internacionales para garantizar la seguridad de los palestinos y de los propios israelíes luego del desarme, y por supuesto volver a las fronteras de ambos estados previas a la guerra de 1967. Hoy parece una utopía y parecería que estamos más cerca de la desaparición completa de la posibilidad de un estado palestino y el traslado forzoso de lo que queda de su población a otras tierras. Pero, sin embargo, la historia nos ha demostrado una y otra vez que nos puede sorprender. La caída del apartheid en Sudáfrica, la caída del muro de Berlín y luego de la URSS, la caída del régimen de Assad en Siria, todo sucedió casi sin advertencias por parte del mundo académico en la materia, así que pensarlo no es tan descabellado.
Es espantoso que los palestinos deban sufrir un genocidio para que el mundo se tome en serio sus demandas. Pero sería incomparablemente peor si, una vez más, no obtuvieran nada a cambio de su sufrimiento y su dolor. No es lo ideal, pero la tan famosa solución de los dos estados sería una posibilidad para sentar las bases para la supervivencia del pueblo palestino en el corto y mediano plazo.
* Carpet bombing es un bombardeo masivo e indiscriminado que cubre un área extensa con explosivos, sin apuntar a objetivos militares específicos, causando destrucción generalizada y víctimas civiles.




LUCHE Y SE VAN

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