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De cara a las elecciones del 25 de Octubre – REFLEXION, AUTOCRITICA Y CONVOCATORIA.

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REFLEXION, AUTOCRITICA Y CONVOCATORIA.

“No se trata de cambiar de collar sino de dejar de ser perro”. (Arturo Jauretche)

Primero fue “Ahora, Alfonsín” y que con “la democracia se come, se cura y se educa”; después vino “Síganme, nos los voy a defraudar”, “la revolución productiva” y “el salariazo”; después “Somos más”, “Y dicen que soy aburrido”. En 2003 la consigna de “época” fue el eco del “que se vayan todos” y no precisamente pensada en los laboratorios de los consultores de imagen (Por lo visto hasta ahora resultó en “que se queden todos”).

Del 2007, apenas podemos recordar el eco de ese extraño mensaje que acompañaba la candidatura de Cristina Fernández y Julio Cleto Cobos que enigmáticamente anunciaba “El cambio recién comienza” o ese otro de “Cristina, Cobos y vos”. Repentino fallecimiento de Néstor Kichner mediante, la expresión de cierta empatía compasiva en importantes sectores de la población a favor de la figura de su esposa, propicia el escenario de legitimación electoral del efímero y ya caduco 54 %.

Las consecuencias sociales, económicas, políticas y culturales de esta saga de “transición democrática” han sido desfavorables a los intereses reales del Pueblo. Si bien se recuperaron –y con serias deficiencias- ciertas garantías y libertades individuales en el marco del “estado de derecho”, la matriz socioeconómica impuesta por la dictadura oligárquico-militar quedó intacta e incluso potenciada. Ese núcleo duro no ha sido doblegado, es más; ni siquiera fue cuestionado en su sustancia.

Ya han pasado más de 30 años, y la dirigencia que hemos sabido concebir no ha hecho más que generar momentos políticos episódicos desbordantes de propuestas pretendidamente superadoras, pero que en definitiva terminaron estrellándose a caballo de sus propias limitaciones, ignorancias, transfugadas y traiciones.

Asumiendo sin atenuantes nuestro fracaso durante todos estos años en la construcción de una alternativa política de poder, también asumimos la responsabilidad que nos impone la historia. Somos un puñado de militantes populares desparramados a lo largo y a lo ancho del territorio nacional, que entendemos que sólo una planificada transformación sustancial en la asignación de recursos y verdadera distribución equitativa de riqueza, posibilitará un futuro venturoso para nosotros, y nuestras generaciones sucesivas.

Hemos aprendido a quedarnos solos al pie del estandarte abandonado. Soledad que a diario compartimos con una inmensa masa de la población, acorralados en un sistema político de representación elitista, caduco e ineficaz, y de precaria legitimidad.

En el marco de las reglas de juego de este sistema se llevarán a cabo las elecciones del próximo domingo 25 de octubre. Ninguno de los involucrados en la disputa nacional ni nos agrada ni nos convence. Tanto los que se presentan como posibles ganadores, como los que se presentan como seguros perdedores.

Gane quien gane, pierda quien pierda, todos sabemos que se aproximan momentos difíciles. En esta perspectiva, nos abocamos al esfuerzo de una nueva convocatoria militante, en principio para resistir organizados, y a la vez para inaugurar un nuevo espacio de participación protagónica.

Más de 12 millones de pobres de toda pobreza y de 4 millones de indigentes de toda dignidad, conjuntamente con una población aproximada de 9 millones de trabajadores “ocupados”, en su mayoría en condiciones por demás precarias de vida definen un escenario político dominado por una doble exigencia. Por una parte, una genuina representatividad del sistema político, a fin de superar el déficit de legitimidad del orden conservador y canalizar el difuso sentimiento de exclusión prevaleciente en amplios segmentos de la población. Por otra parte, una nueva institucionalización de las cuestiones del trabajo y la producción, para dar expresión y puesta en valor alas reales posibilidades de autodesarrollo sustentable de la Nación, es decir de Liberación. En este marco de situación la acción política vacante se agiganta a cada día, por más elecciones que se sucedan.

Tenemos por delante un país con millones de pobres e indigentes, con la mitad de la población sumergida en el desconcierto desesperante de los distintos escalones del infierno de la exclusión.
Un país que registra en la última década una apropiación de excedentes de renta por parte del sector empresario industrial de 20.000 millones de pesos por año, superando de este modo holgadamente, triplicando y hasta cuadruplicando sus ganancias durante la década de los años noventa del siglo XX cuando los salarios aún no han recuperado su poder adquisitivo correspondiente al año 2000
Un país en el que el juego de azar y las rentas financiera, minera e hidrocarburífera de diversos monopolios se las exime de pagar impuestos a las ganancias, en tanto porciones importantes de los asalariados deben hacerlo.
Un país en el que los trabajadores son víctimas de ajustes, expresados en el aumento de tarifas, en los techos salariales dentro de las paritarias, en la vía libre al aumento de precios para los monopolios y en mayor presión fiscal sobre los trabajadores. Y ante la queja y la resistencia, represión.
Un país en el cual reina la precarización laboral, el trabajo en negro, y el salario que no alcanza a cubrir las mínimas necesidades de subsistencia digna.
Un país prisionero de un puñado de familias y empresas que reúnen en sus dominios más de 100 millones de hectáreas de las mejores y fecundas tierras del planeta.
Un país en el cual no queda latitud sin la presencia de villas miserias, asentamientos y aglomeraciones humanas propiciatorias de una existencia degradada, en la que el consumo de agua, energía y servicios sanitarios son propios de habitantes de un pueblo esclavo, centrifugado hacia niveles de violencia inusitados.
Un país en el que padecemos el peso de una deuda externa ilegítima y fraudulenta, que no hace más que condenarnos al atraso y el subdesarrollo. Y esto, legitimado por políticas de endeudamiento que vienen sosteniendo los distintos gobiernos desde la dictadura hasta nuestros días.

Pero esto no es un castigo divino o una fatalidad caída del cielo, sino las consecuencias directas del rumbo político y económico adoptado por el gobierno nacional y reafirmado por la complicidad de absolutamente toda la clase política incluida la autodenominada “oposición” que convalida e incluso pide profundizar el rumbo del ajuste, adoptado por el oficialismo.

El proceso interno de formación, construcción y ocupación de nuestra frontera interior no está consumado, acaso apenas iniciado al calor de los intereses de una minoría oligárquica rapaz, mezquina y concupiscente.

Subsisten muchos y anchos espacios vacíos sometidos a prácticas feudales de dominio improductivas, una enorme debilidad estratégica, en poder todavía de la geografía estática y silente. Mientras los viejos países y continentes han agotado ya el proceso de formación interna de su frontera saturando hasta el exceso el territorio propio, subsisten aquí dilatados baldíos expectantes, abiertos y propuestos a la empresa humana.

La historia se nos presenta como un inmenso paisaje futuro por ocupar.

Lo viejo tiene que morir y lo nuevo tiene que nacer; mientras esto transcurra florecerán los síntomas mórbidos. Vivimos en una etapa en que ningún hecho por sí mismo es capaz de cambiar la complejidad que la caracteriza. Pero un sinnúmero de acciones sumadas y en lo posible coordinadas, pueden resultar en cambios significativos. El tremendismo, el inmediatismo, la impaciencia y la búsqueda de espectacularidad en los resultados políticos, conspiran contra la voluntad de mantener encendida la llama de un proyecto transformador.

Nos contestarán que podemos estar peor; le contestaremos que la resignación no hace historia. Nos dirán que si fracasa “esto” se “viene la derecha”; les diremos que la derecha también está en el gobierno y por sobre todo en muchas de las actuales políticas implementadas. Nos reprocharán que le hacemos el juego al “enemigo”; les reprocharemos que por “migajas” han acordado con él. Del otro lado “opositor” nos contestarán que no se puede estar peor; les diremos que sí es posible y por sobre todo probable, nos dirán que si continúa “esto” el futuro será peor; les diremos que son cómplices de “esto” y que son lo “peor”.

Nos toca convocar y convocarnos a un esfuerzo emancipador, unificador de grandes consignas, superando categorías culturales caducas, desde la conciencia que nos define como clase trabajadora nacional para pesar en la toma de decisiones políticas de Estado orientadas hacia el horizonte de la justicia social. Una bisagra entre épocas, para construir un poder de nuevo tipo.

MOVIMIENTO PERONISTA AUTENTICO
Mesa Nacional.

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