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En este Día de la Militancia

En este Día de la Militancia, el mejor homenaje será seguir ponièndonos firmes contra cualquier intento de entrega de la Patria, enfrentándonos siempre al «no se puede», acompañando la lucha de los trabajadores por salarios dignos y contra todo intento de flexibilización y precarización laboral, resistiendo el saqueo de nuestras riquezas y el envenenamiento de nuestras tierras, construyendo nuevas propuestas que confronten con la mentira, la resignación y el despojo. Nuevas propuestas que erradiquen la miseria, que recuperen la fuerza del trabajo, que reconsideren el uso y el valor de la tierra. Nuevas propuestas en las que la Justicia Social deje de ser una consigna de ocasión y se convierta en una realidad inmodificable.

A los que se siguen animando y ponen su esfuerzo a diario, sin mezquindades ni especulaciones, en pos de construir una Patria que merezca ser vivida. A los que acuden al prójimo que sufre y necesita, a los que son solidarios ante cualquier causa justa, a los que trabajan día y noche para llevar el pan a sus hogares pero no se olvidan de sus compañeros. Y a los que con su ejemplo nos iluminan y dan fuerzas desde el cielo.

Y –por supuesto- a quienes con su lucha y testimonio dieron origen a este día, sorteando cualquier obstáculo que la dictadura de entonces imponía, y cumpliendo con el sueño de 2 generaciones de ir en búsqueda de aquel Patriota que sentó las bases de esa Patria Justa, Libre y Soberana.

Relataba Eduardo Daniel Pereyra Rossi

«…Ese día fue muy lluvioso, nadie durmió esa noche, y a eso de las cuatro de la mañana paramos unos micros urbanos que comenzaban a circular y arreglamos con los choferes para que nos acerquen lo más que pudieran a Ezeiza, pues estaba todo acordonado por las fuerzas militares.
Llegamos a la madrugada a la autopista y al arrimarnos para iniciar el camino hacia el aeropuerto, comenzaron los enfrentamientos con los militares; con lo cual a la media hora de estar intentando pasar, el núcleo con el cual habíamos partido estaba totalmente disperso en los bosques de Ezeiza, cada uno por su lado.
La consigna era llegar al aeropuerto, verlo a Perón. Posteriormente nos encontramos con otros compañeros de otras zonas en proximidades de Ciudad Evita, donde se juntaron cerca de 10.000 o 15.000 compañeros aproximadamente, que estaban en las mismas condiciones que nosotros; y que venían de hacer varios intentos de romper el cordón militar.
En ese momento decidimos formar una columna bien organizada, fortalecimos los flancos de la columna y la cabeza, para tratar de pasar.
Nos encolumnamos y comenzaron a dispararnos, a tirarnos gases lacrimógenos, tiros al aire y la columna se mantuvo bien formada hasta un punto en que se hizo imposible conservar la disciplina de la gente, y el grueso de la columna comenzó a correr hacia el único lugar donde no había militares.
Siempre avanzando, pero tratando de buscar el punto mas débil de la concentración militar.
Eso era todo lo que se pensaba cuando se comenzó a correr hacia uno de los flancos, pero en realidad al pasar un montecito había una hilera, -y me pareció infinita en aquella oportunidad -, de soldados con bayoneta calada, que impedían el paso.
Ahí hay una imagen que siempre guardo, que es que mientras íbamos corriendo, -además, era un espectáculo impresionante por la cantidad de gente que lo hacia-, un compañero, -desconocido para mi-, que se había subido a una especie de lomita que había sobre el terreno y en medio de la niebla que provocaba la lluvia y los gases lacrimógenos agitaba una bandera argentina.
Era una imagen de guerra verdaderamente. Cuando llegamos donde estaban los soldados, nos tuvimos que frenar porque nos pinchábamos con las bayonetas, y además nos amenazaban con disparar.
Entonces, los que llegamos primero a la línea, tratamos de frenar a los que venían detrás nuestro, que no sabían lo que pasaba porque no podían ver el despliegue militar.
En esas circunstancias se produjo una situación muy tensa entre esa primera línea de la movilización y los militares que estaban en perfecto orden, con las bayonetas caladas a la altura de la cintura.
En ese momento de tensión se produce una situación muy particular: Uno de los compañeros, -muchacho joven-, da un paso al frente,-o sea, nos separaba un metro y medio de los milicos-. Da un paso al frente, se abre la camisa que llevaba toda mojada e increpando a los soldados que tenia al frente les dice: ¡¡¡Tiren!!!, Hijos de puta, ¡¡¡Tiren!!!, y yo observo desde esa posición que tenía como otros muchachos al ver el ejemplo de ese compañero, también dan un paso al frente, se abren la camisa increpan a los soldados y les dicen: ¡¡¡Tiren, Tiren!!! ¡¡¡Tiren, Tiren!!!
Frente a esa situación todos creíamos que en ese momento se iba a producir una verdadera masacre.
Pero a pesar de eso… los soldados, que eran muchachos como nosotros, -y alguno tal vez peronista-, comienzan a sentirse conmocionados por esa actitud y esa firmeza.
Nunca he visto algo semejante, porque como si hubieran recibido una orden comienzan a llorar, a emocionarse frente a esa situación, comienzan a bajar la vista y los fusiles, -con los que nos estaban apuntando-, poco a poco, hasta que llega un momento que esas bayonetas que nos estaban amenazando, ya no nos amenazan más.
Los fusiles están bajos y el oficial que estaba a cargo o lo oficiales a cargo gritan a los soldados: ¡¡Levanten los fusiles o los mato a todos!!. Es impotente para volver las cosas donde estaban antes. Cuando mis compañeros y toda la gente que estaba ahí se da cuenta de la situación, bueno, se escucha un alarido de triunfo, ¡¡Viva Perón Carajo!! que se repite y se repite… y los pasamos por encima….
Después seguimos una larga travesía, en donde nos tiraban con lo que tenían a mano, y poco a poco nos iban desviando del rumbo original, fue así que cruzamos el Río Matanza. Ví cruzar ese río a ancianas de 70 años que salían descalzas del río y seguían inquebrantables con el objetivo de recibir y apoyar a Perón. Cosas cómicas, como un compañero que cruzando el río con el agua hasta los hombros llevaba abierto el paraguas para no mojarse.
Fue un día inolvidable, memorable, por la forma en que el pueblo peleo, intentó llegar a Ezeiza a recibir a su líder, el general Perón, pero esa escena que no hay que olvidarse, que no olvido. Esas viejitas que iban caminando descalzas por medio del bosque, fue algo impresionante, me marcó como militante…»

Gloria eterna a la resistencia peronista.

MOVIMIENTO PERONISTA AUTENTICO
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