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NO HAY MÁS TIEMPO QUE ESPERAR

Pocas realidades políticas son tan dramáticamente vertiginosas y dinámicas como la de nuestro país.

Desde el intento de asesinato de la ex Presidenta, hasta la sentencia dictada en su contra y su posterior renunciamiento a cualquier candidatura electoral, representan hechos que sucedieron en tan poco tiempo y modifican tanto el escenario político que cuesta asimilarlos.

Pero los grandes temas de fondo, que son precisamente los que afectan cada día y en el ámbito más próximo y presente a los ciudadanos, siguen su marcha lenta por otro andarivel: Los ingresos reducidos a la miseria, la inseguridad y violencia imparable en los barrios populares de las grandes ciudades y la extorsión permanente a la que someten ciertos sectores empresarios a la población, son los dramas que afectan a las grandes mayorías todos los días.

Todos esos problemas tienen una explicación y por ende una solución política, por más que requieran de medidas o instrumentos técnicos. Es decir que todos esos problemas debieran ser abordados, primero con un diagnóstico, luego con una voluntad y finalmente con una decisión política para implementar medidas y defenderlas en el tiempo.

Otro año electoral se aproxima y las discusiones dentro del ámbito político profesional parecieran estar más distanciadas que nunca de las que ocurren en el seno del Pueblo. No obstante, otra vez tenemos la oportunidad, primero como Pueblo y luego como militantes de un Movimiento nacional y popular, de intentar torcer el rumbo de un proceso que viene deteriorando sin pausa, la calidad de vida de las mayorías populares desde hace años.

En este sentido el gobierno del Frente de Todos, si bien ha tenido que atravesar una pandemia global y las consecuencias de una guerra casi mundial, no ha cumplido las principales promesas del contrato electoral: Recuperar los ingresos populares y desandar el proyecto económico, político, jurídico y cultural inaugurado por el Macrismo. Lejos de eso, si bien existen indicadores macroeconómicos positivos, asistimos a una intolerablemente regresiva distribución de esa recuperación económica que ha abultado las arcas de los grupos económicos que conspiran día a día contra el país y sus ciudadanos.

En paralelo toda iniciativa estatal parece truncarse o estar condenada de antemano al fracaso por las trabas del poder concentrado, pero sobre todo por la ausencia de voluntad política para enfrentarlo. No es lícito pretender tener éxito en la aplicación de políticas económicas o de cualquier tipo, sin disciplinamiento de los factores de poder que ejercen una acción terrorista, no sobre el gobierno, sino sobre el pueblo trabajador en su conjunto.

Sea por prejuicio ideológico o por la excusa de las elecciones, se ha institucionalizado dentro del peronismo un estado de no deliberación, de suspensión de toda discusión política orgánica donde afloran el seguidismo como estrategia y la alcahuetería como única práctica. Así hemos visto cómo jóvenes que recién se suman a la militancia piensan en términos de carrera política y se disfrazan de funcionarios antes de haber hablado con un vecino.

Pero el problema, como ejemplificamos, no es solo político e ideológico sino que (mucho más grave aún) es también electoral, tal como lo demostraron los últimos comicios legislativos de 2021. Es decir que el viejo argumento de “moderarse para ganar” y optar por no confrontar con la clase dominante ni avanzar en reformas profundas ni siquiera reditúa en lo electoral: ni estas formas de construir candidaturas ni, por lo tanto, los candidatos que surgen de ellas, ni las plataformas electorales y finalmente, tampoco los resultados tienen éxito en las urnas, porque no logran seducir ni convocar a quienes deberían.

En ese sentido a nadie debería sorprender el crecimiento en la consideración popular de candidatos reaccionarios en extremo con programas económicos pregnados de un ultraliberalismo psicodélico que amenazan barrer de un plumazo con derechos colectivos, extranjerizar la economía y las decisiones y monopolizarla aún más, por lo que claramente representan intereses contrarios a los de las mayorías, pero aún así registran un acierto político fundamental: denunciar y señalar a la dirigencia política y empresaria como lo que ha demostrado ser: una clase o casta absolutamente desentendida de los destinos comunes, encerradas en sus propias discusiones y proyectada exclusivamente hacia sus intereses corporativos .

En este marco nos preguntamos, cuando se habla de conformar una mesa política, ¿Por quiénes? Y, sobre todo, ¿para qué? ¿Sólo compuesta por caciques, similar a una confederación de bandas para discutir cargos o lugares en la lista? ¿Cómo se amplían los mecanismos de participación popular para implementar y defender políticas? ¿Cómo se involucra al Pueblo en un proceso de transformación? Pero antes hay que preguntarse:

¿Existe alguna voluntad en la dirigencia de transformar la realidad actual?

La creencia de que el Pueblo de a pié o la militancia no puede participar de la elaboración política es un presupuesto ideológico, que se coloca justamente en las antípodas del peronismo entendido como acción política organizada del pueblo trabajador.

Entonces la pregunta no es quién será el candidato, sino de quien y para qué:

¿Será alguien cuyo fin sea su propia carrera política y suerte personal?

¿Será alguien que tenga compromisos con los poderes a los que debe indefectiblemente enfrentar? ¿O será un candidato con el coraje y la formación necesaria para conducir la patriada que el pueblo argentino tiene que protagonizar para modificar el rumbo?

No podemos dejar pasar otro período electoral con la excusa de ordenarse por las elecciones. Hay que terminar con la lógica mercantil de que los candidatos se elijan por encuestas y que las propuestas y el programa político surjan de focus groups. Los candidatos del peronismo tienen que surgir de sus filas y ser representativos de todos los sectores del pueblo. El programa político no puede surgir de la liberalidad o gracia de un dirigente y ser ofrecido como un producto más al electorado. El programa político del peronismo tiene que empezar por reconstruir una fuerza política capaz de encarnar la esperanza y quebrar el estado de orfandad que cunde en el pueblo frente al avance sin tregua de los poderes concentrados sobre sus derechos y su calidad de vida, sin que se esgrima desde el Estado defensa eficaz alguna.

Dicho programa tiene que ser elaborado recogiendo las demandas de las luchas populares de los últimos años, empezando por una mejora sustancial inmediata de los ingresos de todos los asalariados, la creación de puestos de trabajo registrado con pleno goce de derechos laborales y previsionales, la defensa incólume del modelo sindical, la lucha de las mujeres por la igualdad, de los chacareros y productores agropecuarios que luchan por una geografía económica más justa y equilibrada, la de los pueblos originarios y asambleas populares por la defensa del territorio y el ambiente.

Otro aspecto programático que debe ser tenido en consideración es encontrar una solución al descontrol tarifario de los servicios públicos de agua potable, gas y electricidad, consecuencia en última instancia de absurdas desregulaciones aplicadas desde 1989/1990, y la consecuente apropiación de una exorbitante renta por parte de un puñado de empresas privadas. Esto impone la necesidad impostergable de recrear la planificación energética como indicador de una asignación más adecuada de los recursos energéticos, que tenga como objetivo principal asegurar el abastecimiento de energía en la cantidad y calidad que requiere el sistema socioeconómico, no sólo el de las generaciones presentes sino también el de las futuras.

Ante todo, hay que poner orden en lo inmediato. Se requiere una demostración de poder estatal y autoridad pública contundente sin atenuantes. Los Entes Reguladores de Energía deben dejar de ser una gerencia más de las empresas privadas del sector energético. Mientras subsistan las empresas energéticas privadas, sus planes anuales y de mediano plazo deberán ser controlados en su cumplimiento por estos entes conducidos por profesionales idóneos en la materia, seleccionados por concurso, con la colaboración protagónica de las organizaciones sindicales del sector y de las universidades nacionales a través de sus instituciones y centros de investigación científica en la materia.

Una condición necesaria para que pueda implementarse y consolidarse una política energética que contemple los intereses presentes y futuros del país y de sus habitantes es la recreación de las Empresas Estatales Energéticas, cada una con su ámbito de influencia y coordinadas a través de la Secretaría de Energía.

Para gobernar de cara a los mercados y las embajadas extranjeras ya existe una fuerza política consolidada con un núcleo duro fiel.

El peronismo no tiene nada que hacer allí.

No solo para ganar las  elecciones, sino para gobernar y mucho más importante aún: Para realizar las transformaciones necesarias que garanticen un piso de dignidad para el conjunto de la población o como decía Evita, el derecho a un sustento decoroso. Para ello creemos que es necesario transformar prácticas, incrementar la participación popular, sobre todo de la militancia, pregonar la formación práctica y teórica, extender la discusión en todos los niveles sin que eso signifique un estado de indecisión, parálisis o falta de conducción.

Este pueblo no resiste ni admite ningún tipo de reforma laboral, previsional que atente contra los derechos adquiridos conquistados con décadas de lucha sangrienta que tantas vidas y esfuerzo le han costado al pueblo trabajador.

Esta inercia sólo se quiebra con movimiento y acción. No hay que esperar el permiso ni la bendición de nadie. Hay que impulsar desde abajo y desde los costados la discusión política franca e involucrarse en la construcción de una propuesta viable de país que contenga a los 46 millones y garantice de una vez aquello por lo que militamos cada día, la felicidad del pueblo y la grandeza de la nación. Para ello es imprescindible retomar las mejores prácticas y definiciones del campo popular; La necesidad de recuperar los recursos estratégicos de la Nación y orientar políticas públicas en áreas clave como el petróleo, el gas y el litio. Volver a reconstituir un Estado empresario fuerte, capaz de regular y ordenar la economía en función del mercado interno y las mayorías populares, con acuerdos de precios, alquileres y paritarias libres. Desarrollar un programa integral de acceso a la vivienda, fortalecer y extender la salud pública en todo el país y volver a tener un plan nacional de educación garantizando la escolaridad y la educación de calidad para todos los niños de nuestra Patria.

No hay más tiempo que esperar.

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