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30 DE MARZO DE 1982 – CUANDO LOS TRABAJADORES DIJERON «¡¡¡BASTA!!!»

El 30 de marzo de 1982 se inscribe como uno de los hitos mayores en la heroica resistencia de los trabajadores contra la dictadura militar.

Los sabotajes, los bloqueos, las asambleas clandestinas, las comisiones internas que se organizaban silenciosamente, fueron puntales en la resistencia a la dictadura oligárquico-militar.

Miles de trabajadores presos, desaparecidos, exiliados, perseguidos, comisiones internas masacradas, delegados secuestrados, era el costo que los trabajadores argentinos venían pagando por ejercer el legítimo derecho a la resistencia.

La CGT conducida entonces por el compañero Saul Edolver Ubaldini, en respuesta a una crisis económica y social colapsada, en pleno hartazgo del Pueblo por el estado represivo existente, toma la decisión de convocar bajo la consigna «Paz, Pan y Trabajo» a una movilización a la Plaza de Mayo al cabo de un paro nacional de actividades.

La columna, encabezada por Ubaldini, también exigía el fin de la dictadura, la libertad de los presos políticos y la aparición con vida de todos los detenidos-desaparecidos.

Desde temprano, una multitud de trabajadores, acompañados por miles de militantes de la Juventud Peronista de las Regionales, por decenas de agrupaciones políticas, ganaron las calles, siendo ferozmente reprimidos por los esbirros de la dictadura.

La movilización del 30 de marzo de 1982 fue la mayor expresión de lucha obrera del período dictatorial autoproclamado «proceso de reorganización nacional» perteneciente a la dictadura que gobernara la Argentina entre 1976 y 1983. Convocados por la CGT, bajo la consigna «Paz, pan y trabajo», cincuenta mil jóvenes y trabajadores coparon la Plaza de Mayo en una verdadera huelga política de masas. Saúl Ubaldini comandó la gigantesca movilización demostrando su valentía y compromiso social.

La jornada anunciaba el colapso de una dictadura agotada en sus contradicciones internas, la crisis económica y la movilización de las masas, motivo por el cual el Ministerio del Interior adujo que la CGT no había solicitado la autorización correspondiente para realizar la marcha y que los actos podían ser utilizados para producir alteraciones a la seguridad y el orden público, a la vez que recordaba que seis dirigentes sindicales, entre ellos Saúl Ubaldini, se encontraban procesados por haber declarado una huelga general el 22 de julio de 1981.

La Plaza de Mayo fue cercada por un dispositivo más fuerte que cualquiera conocido hasta entonces; se cortó el puente Pueyrredón con carros de asalto y un fuerte cordón policial. Se reprimió duramente las concentraciones que se efectuaron en los alrededores de Tribunales y en el puerto; por primera vez, empleados y funcionarios de la zona céntrica de Buenos Aires («cuellos blancos») arrojaban desde balcones y ventanas todo tipo de proyectiles contra los elementos de la represión. En esos días se calculó que hubo cerca de tres mil detenidos, aunque nunca se informaron las cifras oficiales. Hubo una movilización en las ciudades de Mendoza, donde la represión culminó con el asesinato de Benedicto Ortiz; en Rosario, dos mil trabajadores recorrieron el centro de la ciudad con consignas contra la dictadura; en Mar del Plata y San Miguel de Tucumán detuvieron a doscientas personas por repudiar al gobierno militar; en Córdoba, el Tercer Cuerpo del Ejército patrulló las calles con columnas de hasta siete vehículos militares por temor a la movilización de los trabajadores.

Una vez mas los trabajadores argentinos, desde su genética capacidad de resistencia, enfrentándose desde tiempos inmemoriales, en todas las dictaduras y en las democracias con el país oligárquico, puso en juego su capacidad de lucha, poniendo el cuerpo para indicar el rumbo y los objetivos.

La movilización se extendió por las 24 provincias. Y la represión también. Y, por supuesto, la resistencia a la represión uniendo a jóvenes peronistas y trabajadores organizados en piquetes y barricadas.

Y lo mas conmovedor: La solidaridad de comerciantes permitiendo esconder a manifestantes perseguidos en sus negocios, puertas de edificios que se abrían para guarecer a los trabajadores y jóvenes que huían de las balas, palos y gases, casas de anónimos vecinos que se convirtieron en pequeñas guardias hospitalarias.

El saldo: El compañero Benedicto Ortiz, ex Secretario General del Sindicato de Mineros, asesinado por balas policiales en Mendoza. Centenares de presos, entre los que se encontraba el mismo Saúl Ubaldini. Cantidades de heridos que se atendían en los hospitales o se escondían en casas para ser curados, gracias a la solidaridad del pueblo entero.

Ese día, fue el principio del fin de la dictadura oligárquico militar, y en gran parte, fue la lucha de los trabajadores, la que determinó el final de esa etapa nefasta que asoló la Patria entre 1976 y 1983.

Como siempre, los trabajadores argentinos, dando lo mejor de sí y poniéndose a la altura de las circunstancias.

Hoy, a 41 años de aquel glorioso 30 de Marzo, quizá los trabajadores debamos comenzar a asumir definitivamente que hoy por hoy y desde hace ya tiempo no existe fuerza política capaz de traducir nuestras necesidades y aspiraciones en políticas de Estado; quizá haya llegado el momento de plantearnos seriamente que algún día un trabajador acceda a conducir los destinos de la Patria desde la Presidencia de la Nación como garantía insustituible para alcanzar los cometidos de nuestra revolución inconclusa de la Justicia Social, la Independencia Económica y la Soberanía Política.

SIN TRABAJADORES NO HAY PATRIA.

Movimiento Peronista Autentico – MPA Rama Sindical.

Revista El Descamisado

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