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A 48 AÑOS DEL GOLPE OLIGÁRQUICO MILITAR


EL ÚNICO HOMENAJE POSIBLE PARA LOS COMPAÑEROS DETENIDOS DESAPARECIDOS ES CONSTRUIR UNA PATRIA JUSTA, LIBRE Y SOBERANA

El 24 de marzo de 1976 marca el comienzo de un cambio de rumbo para los destinos de la nación y la sociedad argentina. Una sangrienta ruptura de paradigma, total y totalitaria sin atenuantes. Allí se gestan las últimas décadas en las que se ha consolidado un régimen electoral poco participativo y de sesgo neoautoritario, funcional a un sector social híper minoritario que planifica a tenor de sus intereses ligados al sector externo, a través de la concentración demencial de la riqueza entre sus integrantes en desmedro del bienestar general y la soberanía nacional. En la actualidad vivimos un exacerbamiento pocas veces imaginado de esa dinámica.

También aquel 24 de marzo implicó la institucionalización del genocidio ya iniciado durante el gobierno de la presidente María Estela Martínez a través de la Triple A y sus vergonzantes aliados.

Ese día, el Estado asaltado por la camarilla oligárquico-militar asumió explícitamente un rol genocida y se dispuso con calculada eficacia a cercar y aniquilar a un segmento de la población, focalizado en las organizaciones sindicales y revolucionarias e irradiando a su vez el terror al conjunto del entramado social. Las secuelas traumáticas de semejante reacción aún perduran en la cultura política argentina y en la psicología de las masas. Aún hoy el recuerdo hegemónico de esta fecha continúa enfatizando a modo de repudio el aspecto estrictamente formalista desde la perspectiva del llamado Estado de Derecho.

Los motivos y fundamentos políticos de aquellas organizaciones revolucionarias fueron arrojados al rincón de los recuerdos, cuando, en rigor, allí residen las bases conceptuales y las características del enfrentamiento medular en nuestro país.

En esta perspectiva, estimamos que el mejor ejercicio de memoria colectiva que hoy más que nunca debemos hacer de aquel 24 de marzo de 1976 consiste en poner enfáticamente de manifiesto que ya es hora de cuestionar de raíz el rumbo emprendido en aquellos momentos en los que la Nación quedó integrada a un modelo primario de desarrollo capitalista al servicio de los monopolios, cuyas capacidades expansivas priorizan el sector externo y no el desarrollo interno justo y sustentable. Y más vale decirlo: este rumbo no ha sido modificado desde 1983 hasta nuestros días; más bien, y si auscultamos con detenimiento, incluso se ha perfeccionado, hasta llegar al presente distópico en el que un presunto maniático legitimado por el apoyo popular, entrega sin vergüenza y con alegría los resortes más profundos de nuestra soberanía e identidad nacional, sin que truene el escarmiento ni se alce la voz de una mayoría que lo impida

Cuando pensamos que había discusiones superadas, hoy tenemos generaciones de adolescentes que desde la absoluta ignorancia pero también desde la crueldad y la falta de compromiso con una idea de Nación, reivindican el terrorismo de Estado e insultan a los desaparecidos. Esto nos dice que algunas políticas folklóricas de la memoria tienen menos peso que la eficacia de una realidad material distinta consagrada. 

Luego de esta nueva derrota a la que nos condujo la dirigencia cómplice, incapaz o pusilánime, es necesario comenzar a deliberar en base a una nueva propuesta de organización nacional y social para dar respuesta razonable y adecuada a los problemas planteados, es decir, que parta del conocimiento de las situaciones de desocupación, ocupación precaria, pobreza, hambre, inseguridad, concentración de los recursos naturales en un reducido núcleo de propietarios dominiales altamente extranjerizado, la consecuente degradación de dichos recursos y la tendencia al agotamiento de algunos no renovables, injusta distribución de la riqueza, ineficiente e ineficaz ocupación del territorio nacional, groseros déficits en defensa nacional y adecuado aprovisionamiento logístico para el resguardo de la soberanía territorial, así como de su uso y goce, entre muchos otros que nos condujeron a la situación de catástrofe integral actual. 

Se impone la necesidad de volver a discutir el “contrato social” de los argentinos en la perspectiva de un nuevo proyecto nacional que provea la normalización constituyente de la nación bajo el imperio irrestricto de la soberanía popular a través de la institucionalización de mecanismos de deliberación y participación popular protagónica y efectiva.

En definitiva, fomentar la genuina participación y deliberación popular, para avanzar no sólo en la proclamación de derechos y garantías, sino a su vez en la transformación de las instituciones que regulan el poder orgánico del Estado.

El Estado debe volver a asumir su verdadero papel de conductor de la economía nacional, promoviendo la participación protagónica de la población en la toma de decisiones relevantes, asegurando que los beneficios del crecimiento económico alcancen a todos los habitantes.

La élite empresaria concentrada y sectores subalternos plantean la destrucción del Modelo Sindical Argentino y la puesta en marcha de un ajuste fiscal salvaje sobre los ya destruídos instrumentos de inversión social del Estado argentino, como medios para atraer la inversión extranjera entendida dogmáticamente cómo la única vía posible para el desarrollo. Estos planteos, que parecen ser aceptados y replicados sin oposición por la totalidad de la dirigencia de las principales fuerzas políticas de nuestro país, constituyen la prueba fundamental de la claudicación ideológica de la clase política frente al modelo de país inaugurado por la dictadura, impotencia que exhibe una mezcla de cobardía con ignorancia y mediocridad. En cualquier caso, es el pueblo argentino el que reclama una dirigencia a la altura del desafío histórico que se plantea, si se quiere dar vuelta la página realmente.

En este sentido se vuelve imperioso alterar el rumbo y las finalidades, lo que requiere esfuerzo y compromiso, pero, sobre todo, una forma de organización política que proclame y sostenga un nuevo programa de acción de gobierno con criterio amplio y receptivo de una realidad social y política por demás compleja frente a la cual no caben sectarismos inconducentes, para lo cual creemos indispensable el inmediato reordenamiento del peronismo, con participación protagónica de todas las agrupaciones peronistas, de la CGT y el conjunto de organizaciones que conforman el movimiento obrero. 

Sea en el marco del Partido Justicialista o de otras expresiones institucionales, se impone esa tarea como urgente entre la militancia, que debe exigir a toda la dirigencia avanzar en un horizonte de ordenamiento peronista, movilización activa, renovación dirigencial, autocrítica profunda y robusto trabajo programático que de vuelta la página ignominiosa del ciclo liberal-oligárquico que sigue rigiendo la vida de los argentinos. O inventamos o erramos.

MESA NACIONAL DEL MOVIMIENTO PERONISTA AUTÉNTICO

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