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«El país que les dejo es un país cómodo para la gente» (Cristina Fernandez)

 Por los territorios de un tal Martin Insaurralde

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Con el nombre “Lomas de Zamora” se significan numerosas y efectivas identidades, lugares y realidades entremezcladas y reunidas en una sola palabra. Probablemente los sustantivos propios en sí mismos, impliquen el mismo nivel de simplificación y reducción de la multiplicidad a la unidad de un nombre.

Pero el caso de “Lomas de Zamora” es sumamente paradigmático, por cuanto esa heterogeneidad reunida en su nombre, implica una alteridad radical e incluso beligerante, entre las realidades que agrupa y significa esa palabra.

Esa alteridad radical que implica y simplifica a su vez, el nombre, se traduce en el plano de lo real, en estados de cosas (de vidas, de modos de vivir, de infraestructura, de paisajes, de relaciones, etc.) sumamente contradictorios entre sí, extremadamente distintos en sus efectos y fisonomía propia.

Para ser más directos: Coexisten en el mismo distrito cuyo nombre es Lomas de Zamora, zonas como Banfield, Las Lomitas o el centro junto con Cuartel noveno, es decir barrios como Ing. Budge, Villa Albertina, Villa Fiorito y Santa Catalina. Toda esta complejidad, recibe el tratamiento político en primera instancia, de una unidad político-administrativa, al mando de una sola persona; el intendente.

El intendente de Lomas de Zamora tiene nombre y apellido: Martin Insaurralde.

¿A qué nos referimos concretamente, con que coexisten realidades y lugares extremadamente disímiles entre sí, en un mismo distrito, gobernado por una misma persona? A que en una de las zonas más densamente pobladas de todo el país, en las cercanías del Riachuelo, existe por ejemplo Campo Tongui, un asentamiento que fue erigido sobre un terreno de 107 hectáreas, tras una toma de tierras a fines del 2008, donde viven más de 5000 familias. Al interior del asentamiento, la presencia estatal (de cualquier esfera) es absolutamente nula: Ni siquiera para las elecciones hay despliegue de aparato estatal; Se limitan a vocear consignas con una avioneta que vuela bajo. No existe red estable ni oficial de agua potable, por lo que la mayor parte del día se vive con ínfimo o nulo suministro, llegando a la desesperación cuando llega el verano.

El acceso a la vivienda digna es reducido a los escasísimos casos de aquéllos que han comprado terrenos y contaban con un capital anterior a su llegada al asentamiento. La mayoría subsiste en casas de madera reciclada, chapa y cartón.

En una manzana (como proyección), de 32 pibes aptos, sólo 14 cobran la asignación universal y 21 están escolarizados. Los casos de desnutrición son alarmantes y extendidos, porque en el Tongui, “comer salteado” más que una metáfora es un modo de vida.
El dominio del Narcotráfico y más precisamente el de Pasta Base, hace estragos en los adolescentes y adultos que no trabajan, ni estudian a la vez que genera un foco de violencia y malestar constante en los vecindarios donde se vende y consume a la luz del día y frente a todos.

La clara connivencia policial es conocida por el conjunto y el asunto se convierte en una afrenta a la fibra más intima de la comunidad.
Las enormes construcciones que se posan sobre la colectora camino Negro y que contrastan con las humildes casitas de la mayoría, no son signo de buenaventura y progreso: Son enormes talleres clandestinos, donde viven y trabajan en condiciones de esclavitud cientos de personas.

Es que en la zona de Cuartel Noveno (La zona geográfica del distrito, más pobre y mayormente poblada), funciona la feria de la Salada, que impacta directamente sobre las estructuras económicas, sociales, culturales y ambientales de la región. En el caso del Campo Tongui, se produce la confluencia y articulación entre el tándem: Trata de personas-Nacotráfico-Corrupción Policial-Cobertura Política-Lucro económico. Dichos talleres que abastecen a la Salada, son habitados por migrantes Bolivianos que son engañados y puestos a trabajar en condiciones infra-humanas. A su vez, funcionan como mulas en la red de Narcotráfico.

Los dueños de los talleres, funcionan también controlando el territorio, desalojando familias de terrenos o apropiándose de casas, para montar talleres. Todo esto sería imposible, si las comisarias locales no se mantuvieran en absoluta pasividad, ante cada denuncia de desalojo y usurpación.

Los punteros del barrio explican: “Lo que pasa es que no son boludos, saben que acá la mayoría son Paraguayos y Bolivianos sin documentos, por eso no hacen nada. Los políticos lo mismo: ‘ Cuando empiecen a votar, vemos…’ “

Campo Tongui es sólo un caso que se reproduce a mayor o menor escala, en otros barrios como Villa Fiorito, Villa Lamadrid, o el Olimpo. Estamos hablando de un conjunto sumamente numeroso de población que ni siquiera figura en el catastro oficial como habitante de dicho territorio. Se trata de millares de personas sobre-viviendo, condenados a una existencia degrada y bestial por decreto de un determinado sistema político que hace mas de 40 años que humilla y hambrea a las mayorías.

El foro hídrico de Lomas es un espacio multisectorial compuesto por vecinos, asociaciones vecinales, clubes de barrio, sindicatos y organizaciones políticas que vienen confluyendo hace una década en un ejemplar proceso de lucha y organización común que busca resolver los problemas estructurales referidos a la totalidad de aspectos que involucra la red y suministro hídrico: La mayoría del distrito no cuenta con red cloacal, barrios enteros viven con un suministro de agua escaso e irregular, y les toca beber día a día agua extremamente contaminada. Las napas suben y los pozos sépticos colapsan. Cuando llueve por mucho tiempo hay zonas enteras que quedan bajo el agua y desde el foro aclaran que “Si no se actúa pronto,en el próximo temporal va a ocurrir una tragedia en Lomas, peor que la de La Plata”.

Según el barrio, el problema cambia, se repite o se acumula; si no es la falta de cloacas, es la falta de agua , sino el peligro de inundación, o la contaminación (puesto que sólo el 20% del distrito está bajo el acuerdo de recolección de residuos que tiene el Municipio con la empresa que presta el servicio) que bloquea los desagües pluviales y los arroyos.

Queda a la vista que el problema es estructural, y no reside en una distracción o un tema pendiente de esta u otras gestiones; sino en la política sistemática que ha ejecutado en las últimas décadas la clase política afincada en las estructuras del estado, en relación a los sectores trabajadores mas vulnerables de la población; la más absoluta y planificada desidia. Se trata de un estado absolutamente ausente que no comprende en su planificación a una masa de seres humanos, que no obstante habitan su propia jurisdicción. La lucha del Foro Hídrico que gracias a la movilización (que incluyó el encadenamiento en plaza de mayo de 2 vecinas) logró un compromiso de obras mínimas para algunos barrios del distrito, exhibe como es que en Las barriadas de Lomas, hay que luchar hasta para poner de manifiesto la condición humana propia, cabalmente ignorada en la planificación estatal.

Frente a este panorama, ¿Qué reflexión podemos esgrimir a partir del hecho de que, pese al mapa de realidad antes descripto, desde las más altas esferas del poder político –el gobierno nacional y sus esbirros locales- se impulse como candidato para librar la principal batalla electoral (La provincia de Buenos Aires), un intendente (¡el de Lomas de Zamora!) que centra su campaña, haciendo gala de su “gestión”, de miles de cuadras de asfalto realizadas, de un enorme porcentaje de población con red cloacal y de un sistema de seguridad y monitoreo que nada tiene que envidiarle, al de su par –y principal/actual rival- el intendente de Tigre, S. Massa? ¿Podemos o acaso basta, con sólo afirmar que mienten, que nos están mintiendo? A juicio de quien escribe, el problema –nuevamente- no es moral sino político. No es que sean adalíes de la verdad ni muchos menos, pero la cuestión no se centra en que nos quieran hacer creer una realidad que no es tal, sino que la clave está en el slogan de campaña: “En la vida hay que elegir”- “Elegir seguir haciendo”.

Precisamente, aquí se halla el núcleo de la cuestión: Desde el centro del poder político, en la cima de la clase dirigencial, se nos invita a que nosotros, pueblo hambreado, apaleado, precarizado, ultrajado, empobrecido y silenciado ELIJAMOS consolidar y continuar con un modelo de Nación (de Provincia, de Municipio, de barrio) que implica dejar por fuera de toda planificación a por lo menos un tercio de la población habitante del territorio, obligada a vivir en condiciones de degradación política, comunitaria, ambiental y económica permanente, en un distrito, donde al mismo tiempo, se pondera la gestión municipal en beneficio de la calidad de vida, de un porcentaje minoritario de la población (no por ellos menos merecedor, sino que en notable disparidad respecto al resto) capaz de pagar mayores impuestos, por poseer mayores ingresos.

Ahora bien, ¿Debemos nosotros pueblo, seguir convalidando tal estado de cosas? ¿Debemos acostumbrarnos y profundizar un modelo político que propugna un modo de vida que degrada sistemáticamente la condición humana? ¿O acaso, somos un pueblo que supo protagonizar un proceso histórico que tuvo como eje constitutivo de su proyecto, la Justicia Social en su mayor expresión y la participación popular como condición necesaria? ¿Estamos dispuestos a que las conquistas de nuestros padres y abuelos, sean las penas y pesares de nuestros hijos?

No nos mienten. Están convencidos de que ESTO es lo mejor a lo que podemos aspirar.

En la vida hay que elegir: O se está por una patria Justa, Libre y Soberana, orientada hacia la felicidad del pueblo y la justicia social, o se está a la zaga de una clase política encriptada en sí misma, dispuesta a continuar hipotecando y degradando la vida de generaciones y generaciones futuras de argentinos/as.

Ramiro Mases

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