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LEALTAD AL 17

«…Era el pueblo de Mayo quien sufría, no ya el rigor de un odio forastero, sino la vergonzosa tiranía del olvido, la incuria y el dinero…»

(Leopoldo Marechal)

Para empezar tendríamos que precisar qué sucedió aquel 17 de Octubre de 1945.

No fue un hecho aislado ni mucho menos “espontáneo”; más bien constituyó una insurrección popular desarrollada a través de una gigantesca voluntad política de transformación de los trabajadores argentinos orquestada con otros sectores de la sociedad. Voluntad política compartida y promovida por un grupo de patriotas organizados entorno a la propuesta de un Proyecto Nacional.

Como hecho histórico, es decir; como producto de la voluntad humana, en aquel 17 de Octubre no sólo estuvo presente el azar del “curso de los acontecimientos”, también influyó el accionar políticamente organizado. Es decir; eso que llaman militancia organizada y que dentro de la cual descolló el liderazgo de un tal Coronel Juan Domingo Perón.

Y por esto mismo mientras en la noche del 9 de Octubre le decía a uno de sus compañeros más cercanos “No hagamos nada. Hay que esperar el curso de los acontecimientos” luego de haber renunciado en horas de la mañana a la Vicepresidencia de la Nación, al Ministerio de Guerra y a la Secretaría de Trabajo y Previsión; en esas mismas horas se llevaba a cabo una reunión de dirigentes y militantes sindicales en la localidad de Quilmes en la que se resolviera entrevistarse con Péron al día siguiente. En esa reunión, en la que se analizó el marco de situación y se trazó un plan de acción, se define convocar a una movilización hacia la Secretaría de Trabajo y Previsión para ese mismo día, es decir; el 10 de Octubre de 1945.

Esa tarde, alrededor de 100.000 trabajadores concurren frente a la fachada del edificio de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Era la vanguardia del 17, actuando con contundencia política y organizativa. Perón en su ya famoso discurso en el que recomienda “de la casa al trabajo y del trabajo a la casa”, anuncia que deja firmados sendos decretos en beneficio de la organización y los derechos de los trabajadores y concluye afirmando “Pido orden para que sigamos adelante nuestra marcha triunfal, pero si es necesario, algún día pediré guerra”.

Esa misma noche en una reunión llevada a cabo en el departamento de la calle Posadas que utilizaba como vivienda con Eva, ante la posibilidad de un enfrentamiento abierto en las calles entre los trabajadores y fuerzas represivas, Perón dispone coordinar con Jefes y Oficiales de la causa para que las unidades militares de la Capital Federal reciban a los trabajadores en los cuarteles y coordinen con ellos la forma de operar, mientras que recomendaba movilizar las guarniciones de San Martín y El Palomar para impedir por todos los medios que Campo de Mayo (la guarnición militar mas poderosa en la región metropolitana) se movilice al centro de la Ciudad de Buenos Aires.

El 15 de Octubre se declara la huelga en todos los ingenios de Tucumán, mientras los trabajadores de la FOTIA exigen la convocatoria al Comité Central Confederal de la CGT; en Berisso los trabajadores del gremio de la carne comienzan a movilizarse por las calles en dirección a la Ciudad de Buenos Aires.

El 17 por la mañana temprano las columnas de trabajadores comienzan a arribar a la ciudad generando grandes concentraciones en diversos puntos geográficos como Independencia y Paseo Colón, en Alsina, en el hospital militar; ya entrada la tarde por el puente Pueyrredón los trabajadores superan los 50 mil. A las 15.30 horas un grupo de sindicalistas se reúnen con Perón en el hospital militar para continuar coordinando el plan de acción. La movilización se había desatado incontrolada pero conducida y el centro del poder político nacional sería cercado por “aquellos hombres que están solos y esperan, que iniciaban sus tareas de reivindicación”.

El despliegue de fuerzas asume tal envergadura que permite a Perón imponer las condiciones para la definición de la disputa, para culminar la jornada cerca de la medianoche en la Plaza de Mayo. Esa noche del 17, entre un griterío ensordecedor el Presidente Farrel anuncia desde el balcón de la casa rosada que la Corte Suprema no asumirá el Gobierno, que ha renunciado todo el gabinete y que el Coronel Mercante será designado Secretario de Trabajo y Previsión. Y desde ese mismo balcón Perón –en un discurso histórico- anuncia que se pone al servicio integral del auténtico pueblo argentino, definiendo al movimiento colectivo como el renacimiento de una conciencia de los trabajadores.

Al mismo tiempo que la presencia popular en la plaza definía la puja por el poder, fuerzas leales habían logrado controlar la Policía Federal y apoderarse del regimiento 3 de infantería. Hacia la noche, Pistarini y Lucero tomaron el ministerio de Guerra, mientas Estrada y Mercante se ubicaban en la Secretaría de Trabajo.

No se trató de multitudes lanzadas espontáneamente a las calles ensoberbecidas de un romanticismo insurgente que por casualidad se encontró con un coronel ungido como líder carismático, al estilo de los relatos inocuos ensayados por los voceros de la casta pejotista y lenguaraces aledaños. Por el contrario; había un proyecto de Nación y una voluntad política organizada puesta en marcha, protagonizada por hombres y mujeres dispuestos a llevarlo a cabo en su plenitud. No es la lealtad ciega a un hombre; es la lealtad a un proyecto político que construyó a un hombre como líder.

En aquellos días de Octubre el accionar humano como voluntad política puso en marcha un proceso revolucionario de masas que se tradujera en la implementación de un Proyecto Nacional al amparo del paradigma de la Justicia Social.

Aquel 17 una conciencia colectiva de liberación decidió romper el viejo sistema de dominación oligárquico, para imponer un nuevo orden social, político, económico y cultural, donde millones trabajaron “sin cesar para que reine en el Pueblo el Amor y la Igualdad”.

Mucha agua ha pasado debajo del puente y desde aquel nefasto septiembre del 55 –a excepción de un breve período comprendido entre algunos meses de 1973 y 1974-, las decisiones importantes las ha pasado a tomar una minoría oligárquica estúpida conformada por grandes propietarios rentistas, terratenientes apropiadores de la tierra, el capital financiero, bancos y compañías financieras, los propietarios de acciones y títulos de la deuda pública o bonos privados, el capital financiero internacional, más una amplia variedad de empresarios industriales malandras vividores de las arcas del estado. Esta es la realidad.

Es como haber puesto las agujas del reloj de la historia en sentido inverso. El retroceso es tan brutal como incomprensible y sólo comparable en escala con naciones que han sufrido grandes catástrofes naturales o haber padecido cruentos enfrentamientos bélicos.

Y es falso aducir que las implicancias negativas de este estado de cosas sea consecuencia de la llamada globalización. La extranjerización de nuestra economía; la conformación de estructuras estatales esqueléticas para garantizar los derechos ciudadanos, pero musculosas y fornidas para resguardar las rentas oligopólicas y los ineficaces derechos a la propiedad; los millones de desocupados, pobres, indigentes, de condenados de nuestra tierra; una infraestructura derruida en cuanto a salud, vivienda, educación, transporte; entre otras tantas calamidades no son fruto de una maldición caída del cielo, sino más bien la supremacía de la voluntad de un conjunto de hombres y mujeres sobre la de otros y otras.

Que el sector financiero no pueda ser fuertemente gravado impositivamente, que el sector agropecuario no pueda ser sometido a una fuerte redistribución de sus activos fijos entre la fuerza de trabajo ociosa hoy existente, que la industria de la construcción tenga como único destino hegemónico las grandes concentraciones urbanas, que el intercambio comercial con el exterior esté en manos de un puñado de monopolios, que la autoridad máxima del sistema financiero no esté en manos de los que habitamos esta tierra, que nuestros recursos naturales y las riquezas generadas por su explotación (responsable o irresponsable) permanezcan a merced del saqueo capitalista, que el desarrollo ferroviario continúe obturado por la mafia del lobby automotor, entre otras tantas realidades; no está escrito en ningún manual “de lo posible y de lo imposible”. De ninguna manera constituyen un “estado de cosas” pre-dado sobre lo cual la única opción que queda es emprolijarlo, embellecerlo, ordenarlo, hacerlo más eficaz en términos de legitimidad. Por el contrario nunca ha dejado de ser una construcción histórica, es decir un hecho humano que como tal puede ser modificado.

Hace 77 años los que eclosionó fue una voluntad popular colectiva emancipatoria, que cuestionó de raíz un estado de cosas, que se propuso y llevó a cabo transformaciones que la hora de la historia exigían. Millones de mujeres y hombres se decidieron a ser artífices de su propio destino y no instrumento de la ambición de nadie. De allí surgió el LIDER y no al revés. Por esto mismo la LEALTAD jamás es a un hombre o a una mujer, en todo caso eso es alcahuetería; la LEALTAD no es una efeméride para aludir a lejanos episodios una vez por año en lacrimógenos y vacíos recordatorios; más bien es una ética que se pone en práctica todos los días y se define como un compromiso en la vida por la JUSTICIA SOCIAL, la INDEPENDENCIA ECONÓMICA y la SOBERANÍA POLÍTICA.

HOMENAJE DEL MOVIMIENTO PERONISTA AUTENTICO Y DE LA REVISTA EL DESCAMISADO A LA GESTA POPULAR DEL 17 DE OCTUBRE DE 1945

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