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VOTAMOS AL PERONISMO SIN DUDAS Y SIN NECEDAD

El próximo domingo 19 de noviembre el pueblo argentino debe elegir presidente en medio de una situación extremadamente delicada para el país. A la penosa situación socioeconómica que atraviesa la mayoría trabajadora se le suman los desequilibrios macroeconómicos y financieros del país, cuya inestabilidad afecta a todo el entramado productivo y, en consecuencia, agudiza los desórdenes de precios, salarios y empleo, con los respectivos correlatos de violencia y marginación.
En este complejo escenario, nuestro sistema político nos ofrece como adversario del peronismo al economista Javier Milei, un retrógrado, reaccionario, ultraliberal y fundamentalista de mercado que expresa lo peor de la historia argentina y que exhibe un altísimo grado de desequilibrio emocional en su conducta. Milei es una persona fácilmente irritable, repelente a la crítica y notoriamente agresivo con quienes disienten con él. Su candidata a vicepresidente, Victoria Villarruel, es una apologista explícita del genocidio que llevó adelante la última dictadura militar y defiende el mismo modelo de miseria planificada, torturas, robos, violaciones, vejaciones ilegales y destrucción de la industria argentina que llevaran adelante Videla y Martínez de Hoz. Su propuesta de gobierno -ahora aliada al líder de la casta, Mauricio Macri- consiste en llamar a privatizar los servicios esenciales de salud y educación pública, una política internacional de subyugación a los mandatos de EEUU e Israel, la renuncia al histórico reclamo de soberanía sobre las Islas Malvinas (y un llamado de respetar la “autodeterminación” de los usurpadores, los kelpers), la dolarización (que significa la renuncia a una moneda nacional y la sumisión a la reserva federal norteamericana, la FED), la venta libre de armas de fuego, la compra-venta de órganos y de niños, la derogación de todas las leyes laborales (incluidas las vacaciones pagas, el aguinaldo, la indemnización por despido), la eliminación de la coparticipación, la liberación de los genocidas condenados, la derogación de todos los subsidios, incluidos los remedios para jubilados, la insulina para diabéticos, del boleto de transporte público y de servicios como la luz, el gas y el agua, entre otras medidas de ajuste salvaje que apuntan a la disolución del rol social del Estado y constituyen un frontal ataque a las conquistas ganadas por décadas de lucha sindicales, de movimientos sociales, estudiantiles y de organizaciones de DDHH a lo largo y a lo ancho del espectro político e ideológico de nuestro país.
En síntesis, el plan histórico de la oligarquía apátrida que, aunque habita nuestro suelo, lo odia y lo desprecia.

No debemos confundirnos. La Argentina se encuentra ante una encrucijada histórica. No hay lugar para neutralidades o especulaciones sesudas cuando enfrente del candidato del peronismo se encuentra la reacción conservadora más vil, con un programa cruel, antipopular y antipatria. Llamamos a apoyar la candidatura de Unión Por la Patria sin dudas, pero también sin necedad.

Nuestro voto, más allá de la delicada situación, no es un cheque en blanco, sino un mandato popular. El peronismo tiene la obligación de reconstruir el sentido de su doctrina y un programa de futuro. No debemos ser necios: esta disyuntiva en la que nos encontramos es la consecuencia de los errores graves a los que nos ha llevado la actual dirigencia del peronismo. La autocrítica es una obligación y la reconstrucción de sentido y de una agenda transformadora e innovadora ya no sólo es un asunto político deseable, sino una cuestión de supervivencia. Más aún: lo único que explica que hoy el peronismo sea quien se encuentra en esta instancia de balotaje se debe a que en los últimos meses logró llevar adelante medidas orientadas al pueblo trabajador y acertó en su autocrítica, en su pedido de disculpas a la población y en haber -finalmente- activado una extraordinaria militancia territorial de miles y miles de compañeras y compañeros que salieron a convencer, a militar y a dar debate. Fueron las medidas más peronistas, más populares, más doctrinariamente acertadas las que nos llevaron a ser competitivos, y no las medidas de corte liberal o la ausencia total de definiciones a lo que nos acostumbró el gobierno de Alberto Fernández. La devolución del IVA, la discusión sobre la reducción de la jornada laboral, la eliminación del Impuesto a las Ganancias para los trabajadores, la suma fija y los aumentos en las jubilaciones las que garantizaron que el peronismo tuviera, aunque sea mínimamente, una oportunidad. Ni el ajuste en las tarifas, ni la devaluación ortodoxa, ni seguir los mandatos del FMI.

Debemos ser serios y evitar todo triunfalismo. Con una inflación galopante que horada cotidianamente los salarios, la violencia, las adicciones y la inseguridad que se viven a diario, es imposible que nuestro pueblo no sienta frustración. La misión del peronismo en su búsqueda de justicia social sigue siendo una deuda con nuestro pueblo, golpeado por ya 8 años de caída sostenida de sus ingresos y el deterioro de su calidad de vida.
Es urgente, decíamos, una reconstrucción del peronismo anclado en todo aquello que despierta interés popular. Debemos agruparnos, hacer una profunda autocrítica entre compañeros y plantear un debate franco de un programa de gobierno transformador. El debate y la construcción debe ser con todos, pero a nuestro humilde entender se debe resaltar el profundo trabajo social y doctrinario que han llevado adelante, sobre todo, tres actores: la iglesia en su denodada lucha contra el narcotráfico y las adicciones de nuestros jóvenes excluidos, los sindicatos y los gobernadores peronistas del Norte Grande, que han funcionado como el verdadero suelo último de una conciencia nacional y popular, en medio de un brutal avance apátrida.


Entre las propuestas que creemos fundamentales se encuentra el impulso de (a) La Marcha Al Campo, una verdadera política integral para combatir la desocupación estructural y para el reordenamiento territorial y productivo, utilizando tierras fiscales ociosas que sirvan como arrendatarias para productores agropecuarios y forestales, chacareros y trabajadores rurales; (b) la creación de una agencia o empresa nacional de software para la digitalización y la tecnificación del Estado y para servir de fomento para la industria local; (c) recuperación de la soberanía sobre el Río Paraná y el Río de la Plata a cargo de la Administración General de Puertos y la Dirección de Vías Navegables, además de la recuperación de la industria naval y de los puertos. Reconstrucción y mantenimiento del Canal Magdalena, recuperando así la salida directa hacia el mar; (d) la reforma del sistema financiero, orientado a la producción y a la expansión del crédito, derogando la vigente ley de la dictadura; (e) la reactivación y expansión plena de la red ferroviaria como instrumento de soberanía e integración territorial; (f) la reformulación del actual sistema de peajes y la fijación de metas en la interconexión endógena del territorio nacional a través de la expansión de la red ferroviaria de pasajeros y transporte de cargas; (g) la recreación de empresas energéticas que ordenen un sistema amañado y desordenado de concesiones privadas y subsidios mal aprovechados; (h) la reforma del sistema tributario para dotarlo de mayor progresividad y simplicidad, eliminando los diversos regímenes de excepción y exenciones tributarias a sectores concentrados; (i) el impulso de un proyecto industrializador en áreas estratégicas -como la minería o los hidrocarburos, entre otras- como eje ordenador de la economía y el trabajo.

Convocamos a la militancia y a todas las compañeras y compañeros a ser protagonistas de esta nueva etapa, que nos exige grandes esfuerzos y una responsabilidad patriótica para construir un proyecto de nación que ponga al capital al servicio de la economía y la economía al servicio del pueblo.

La verdadera democracia es aquella
donde el gobierno hace lo que el pueblo quiere
y defiende un solo interés: el del pueblo.
-Juan Domingo Perón

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