
SOLO EL PUEBLO, SALVARÁ AL PUEBLO – Feliciano Fernandez
“El pueblo aprendió que estaba solo… El pueblo aprendió que estaba solo y que debía pelear por sí mismo y que de su propia entraña sacaría los medios, el silencio, la astucia y lafuerza.”
Rodolfo Walsh
El duro aprendizaje, de arribar a la conciencia, de que solo el pueblo salvará al pueblo; deberá atravesar la angustia de la soledad frente a las corporaciones, que controlan la matriz distributiva, destruyendo la calidad de vida, construyendo horizontes de futuros inciertos, sembrando el miedo y el pánico de replicar sus crisis; tendrá que indignarse hasta poner en voluntad la furia devastadora de los pueblos, frente al cáncer que siembra la soja en toda la patria; deberá descubrir en los ropajes del progreso el saqueo de los recursos naturales y sentir que le roban el alma y su dignidad, y condenan a futuras generaciones; comprenderá que su trabajo es el que genera la riqueza, y no la riqueza, la que genera el trabajo; descubrirá el privilegio de unos pocos en el acceso a la salud, la educación, la vivienda y el empleo, y una gama de variaciones que darán cuenta de cómo fragmentan los opresores al pueblo; entenderá cuanta libertad le otorga el opresor al distribuir el producto de su trabajo; pero la puerta para arribar a la conciencia colectiva, se abrirá el día que comprenda que el poder está en el pueblo, que pueda observar sin matices, a los dueños del privilegio y a sus compatriotas, decidir que las representaciones son para sus mandatos; que no se trata de elegir al testaferro del privilegio, para que administre el estado; sino que el pueblo es el dueño de la historia, que la soberanía es realizarla de manera consciente, y que no hay representación política con legitimidad alguna que pueda arrebatarle este derecho.
Nuestra tarea militante, es producir este debate, detener la recomposición del bloque oligarquíco y sus representaciones políticas; estamos solos, tan solos como los 14 millones de trabajadores, o los 2 millones de cuentapropistas, o los tres millones de argentinos con problemas de empleo; fragmentados, condenados a presentar batalla en el plano reivindicativo; carne de cañón de represiones ejemplificadoras; objeto de disfraces solidarios, para quienes deambulan en la izquierda del laberinto del sistema; sin organización política que abra las compuertas, para que el pueblo protagonice los cambios estructurales que terminen con el privilegio, imponiendo en el ámbito del estado sus intereses y sus mandatos; sin imaginario de un orden social, donde se despliegue toda nuestra libertad de decidir.
Pobre el militante, cuya militancia queda atrapada en la telaraña extorsiva de optar entre lo menos malo, explicando lo que puede ser peor, y como lo menos malo, es lo mejor; argumentando que todo no es bosta que hay algo de barro, y coloca en el dialogo algunas medallas oxidadas de viejas batallas, para nutrir de una esperanza resignada, a quien lo escucha.
Triste tarea la del militante con oído atrofiado, que escucha, para responder; jamás tendrá respuesta política a las necesidades del pueblo, podrá resolver necesidades; pero jamás erradicar las causas que las parieron, lo cotidiano es naturalizado, con ello la opresión, la política y el poder son de su dominio privado, cuya única finalidad es colocar en el haber del pueblo, el gesto generoso de su fuerza política.
En esta soledad y en las prácticas militantes, está la respuesta de porque no nos elevamos a la altura del pueblo con una fuerza revolucionaria, que de cauce a lo que el pueblo quiere; y no solo exprese el hartazgo en momentos de angustia; donde la democracia formal no pueda legitimar más el privilegio de las minorías, sino dar cuenta de la organización popular y el hecho insurreccional frente al orden opresor.
Esta es la hora de los pueblos, de su ruptura con la dependencia, la humillación, el saqueo; es la primavera de nuevas gestas emancipadoras; los posibilismos son construcciones simbólicas, para justificar la subordinación a las minorías, es la hora de la garganta colectiva, rugiendo desde la historia por el derecho a realizarla; el derecho a decidir sobre nuestros recursos naturales; sobre la garantía jurídica, que garantiza a todos los compatriotas, la plena realización de la vida; desde un orden social basado en nuestra independencia económica, en la justicia social como igualdad de oportunidades, y en la soberanía política como protagonismo del pueblo y respeto a su voluntad.
Desde nuestras entrañas, pongamos de pie el hecho maldito en el país burgués, que los sueños colectivos ingresen a la materialidad de un objetivo político, que nuestras acciones sean la reflexión sistemática para alcanzarlo, con la profunda sencillez para nutrirse de la vida cotidiana del pueblo, y derribar los diques que impiden su protagonismo.



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