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La deuda es con el Pueblo – Patria Si, Colonia No

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«…Desde mediados del siglo pasado la palabra “crisis” se tornó habitual para representar todos aquellos momentos políticos relevantes en que la fuerza política de gobierno caía en un tobogán de ilegitimidad. Si como según dicen, existe un teorema consistente en definir que una fuerza política cuanto más lejos de las posiciones de poder se encuentre, más irresponsables e irrealizables son sus propuestas; habría que dar cabida a otro teorema que enunciara que en el ejercicio de ese poder las propuestas y decisiones “responsables y realizables” adoptadas por la fuerza política de gobierno conducen irremediablemente al fracaso, y ello por lo menos de acuerdo a lo acontecido durante las últimas seis décadas en nuestro país.

La suerte de la actual fuerza política de gobierno no parece muy distinta a la insinuada en el segundo caso. Y no es precisamente por el deterioro de las condiciones de vida de los últimos años. El proceso viene de arrastre, y la teoría del vaso medio lleno o medio vacío, oscurece más de lo que aclara, porque oculta la dirección de las actuales tendencias establecidas.

Los datos oficiales del INDEC correspondientes al primer semestre de 2006, divulgados en agosto del mismo año, mostraron que –por lo menos- más de 12 millones de ciudadanos se encontraban en estado de pobreza y 4 millones los ciudadanos en condición de indigencia. Los tan mentados 5 millones de nuevos puestos de trabajo jamás existieron en términos genuinos. En la reocupación de la estructura productiva ociosa heredada de los noventa (como consecuencia del aplastamiento de los costos internos medidos en dólares) se explican esos “nuevos” puestos de trabajo, los que en términos cuantitativos son sustancialmente menores (algo más de 2,5 millones), si se deducen las duplicaciones de las registraciones en las estadísticas del Ministerio de Trabajo.

Puestos de trabajo que, dicho sea de paso, en su inmensa mayoría son objeto de una persistente y acentuada precarización e informalismo laboral.

El ciclo iniciado en 2002/2003 vino a sellar una estructura social de transferencia inter-generacional de la pobreza en desmedro de la otrora movilidad social ascendente. El nulo crecimiento de ocupación genuina, atado a los cerca de 100 mil millones de pesos destinados a subsidios sociales para no menos de 15 millones de destinatarios pone en evidencia de forma elocuente de qué estamos hablando.

De este modo a los más de 4 millones de compatriotas sin acceso al trabajo genuino, se le suman aquellos cuyo trabajo está en “negro” o precarizado (situación en la que hoy se encuentran más de 8 millones de compatriotas) así como en los últimos -por lo menos- tres años, hemos visto como se viene sucediendo una ola de despidos y suspensiones en todas las ramas de la producción, con miles de unidades productivas que cierran sus puertas dejando cientos de familias en la calle, frente a la inactividad del Ministerio de Trabajo y carteras pertinentes y la complicidad de muchísimos dirigentes sindicales aliados imperdonablemente a las patronales, que traicionan su deber frente a los trabajadores que dicen representar.
Pero esto no es un castigo divino o una fatalidad caída del cielo, sino las consecuencias directas del rumbo político y económico adoptado por el gobierno nacional y reafirmado por la complicidad de absolutamente toda la clase política incluida la autodenominada “oposición” que convalida e incluso pide profundizar el rumbo del ajuste, adoptado por el oficialismo.

Frente a esta situación general, la respuesta del gobierno ha sido clara: represión, incremento de torpe publicidad mediática y más ajuste. Ajuste, expresado en el aumento de tarifas, techo en paritarias, vía libre al aumentos de precios para los monopolios y más presión fiscal sobre los trabajadores (¿Por qué en vez de mantener el impuesto al trabajo o echar mano sobre los fondos previsionales generados por los trabajadores activos y jubilados, no gravan con énfasis la renta financiera, hidrocarburífera, minera, el juego de azar, entre otras actividades hiper-rentables, o reducen los ingresos insultantes de funcionarios y legisladores, y demás gastos superfluos?). Represión, ejecutada con el accionar del Secretario de Seguridad Sergio Berni a la cabeza de Gendarmería Nacional, que ha actuado en defensa de los intereses patronales reprimiendo con violencia a los trabajadores y comisiones internas que vienen luchando contra los despidos, las suspensiones y los cierre de fábricas, accionar que han replicado la Policía Federal y provinciales en numerosos conflictos gremiales y sociales, a lo largo y ancho del país.

Un Párrafo aparte merece el tema de la deuda externa. Vale recordar que desde el campo popular en general y desde el movimiento obrero organizado en particular, siempre se ha militado (incluso con movilizaciones multitudinarias como aquélla del Movimiento de Juventudes Políticas contra el FMI en 1984 y del MTA en el 2000, o los planes de lucha de la CGT de Ubaldini en década del ochenta) en contra del pago, sobre la sangre y el sudor del pueblo argentino de una deuda externa ilegítima y fraudulenta, que no hace más que condenarnos al atraso y el subdesarrollo. Aunque el gobierno mienta y haga uso de una dialéctica engañadora, pretendiendo envolvernos en falsas cruzadas patrióticas que más bien son todo lo contrario, el tema no son los buitres o el Juez Griesa, sino la política de endeudamiento que vienen sosteniendo los distintos gobiernos desde la dictadura hasta nuestros días y que el modelo Kirchnerista (que sin vergüenza alguna, se cuelga el cartel del “desendeudamiento” y “pagadores seriales” a la vez) viene profundizando con creces y que mantiene como objetivo último, volver a endeudar el futuro del pueblo argentino, contrayendo créditos en el mercado de capitales.

Más allá de las chicanas, los agravios personales y los esfuerzos reiterados por correr la atención del foco principal, la realidad ya no se puede ocultar porque nos afecta diariamente a todos.
Al cabo de doce años de ventajas comparativas extraordinarias como nunca antes se conocieran, una parte significativa de la población, vive de dádivas y planes sociales, cuando debería tener empleo productivo, gozando nuestro riquísimo país de un crecimiento económico genuino y armónico en toda su vasta geografía. Por el contrario, todavía el 40% de la población se halla concentrada en la zona metropolitana y el conurbano bonaerense, con todo tipo de dificultades, como los hacinamientos habitacionales, las problemas de transporte, la creciente inseguridad, etc., mientras que el “interior profundo” (salvo regiones de Mendoza, Córdoba, Santa Fe y Neuquén, entre otras), se halla despoblado y sin proyectos de desarrollo que permitan a las nuevas generaciones aspirar, en esos vastos territorios, a un presente o, cuando menos, a un futuro, sin la necesidad de emigrar a focos urbanos saturados y en tránsito de un colapso creciente e irresoluble.

No se ha avanzado, ni siquiera insinuado políticas de Estado en infraestructura básica para que el país tenga un verdadero desarrollo armónico: los déficits en transportes, autopistas, puertos, viviendas sociales para los millones de argentinos que carecen de ella, en la utilización de energías alternativas, construcción de barcos para transportar con flota propia productos de alto valor agregado, caminos rurales asfaltados, infraestructura sanitaria (cloacas, agua potable), red ferroviaria, procesamiento de residuos, cuidado de la calidad ambiental, entre otros, no han sido preocupación en estos años de “vacas gordas”.

La palabra “imposible” pareciera ser el timón de borda de la fuerza política de gobierno y sectores “opositores”; y efectivamente es cierto que en el marco del modelo vigente es “imposible” creer que puedan ser superadas las mencionadas consecuencias del modelo vigente, modelo que puede ser representado por: desocupación + subocupación + pobreza + indigencia / Subsidios (aunque insuficientes) = relativa paz social + diversas y crecientes formas de violencia.

Pero ¿es que existe solución?, efectivamente, en el marco del rígido modelo vigente no existe solución a sus negativas consecuencias. Sólo podrá revertirse esta tendencia a través de la implementación de políticas activas para aportar a la solución de la desocupación y subocupación estructurales y por ende a la pobreza e indigencia, mediante un uso adecuado de los principales recursos naturales tan generosamente presentes en el territorio nacional. Se trata de la tierra, el agua, los bosques nativos (en total, cerca de 200 millones de hectáreas), el subsuelo, el litoral marítimo, entre otros; como principales componentes de una parte significativa de nuestra propuesta. La tierra y el agua, poniendo un límite estricto a la concentración en pocas manos, que es opuesta a la función social que deberían cumplir ambos recursos; con el resto de los recursos y bienes naturales que deberían ser manejados también en función social y ambiental, en el marco conceptual del desarrollo sustentable.
Es con una fuerte intervención planificadora, para una nueva ocupación de nuestro extenso territorio, la desconcentración demográfica de núcleos urbanos en continuo e irresoluble deterioro, a través de una redistribución efectiva de bienes y recursos lo que posibilitará revertir la actual tendencia de catástrofe, que implicaría no solo la ocupación de mano de obra con pleno uso y goce de la tenencia de la tierra, de la producción y sus resultados económicos, sino también la generación de puestos de trabajo en la educación, la salud, la comunicación mediática, red de telecomunicaciones, red ferroviaria, seguridad alimentaria, administración pública, servicio de justicia, servicios financieros, investigación aplicada en función al nuevo modelo de gestión de la riqueza nacional, servicios públicos, construcción, turismo interno, entre otras oportunidades generadas.
Se trata de abandonar el lloriqueo por las injusticias para pasar a redimirlas, de una ruptura social y cultural, que abra caminos hacia un después cualitativamente diferente con proyección de décadas. Un esfuerzo emancipador, unificador de grandes consignas, superando categorías culturales caducas, desde la conciencia que nos define como clase trabajadora nacional para pesar en la toma de decisiones políticas de Estado orientadas hacia el horizonte de la justicia social.
Una bisagra entre épocas, para construir un poder de nuevo tipo…»

(Editorial Revista El Descamisado Nro. 21)

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